La oferta lúdico-cultural de Belén
Óscar Domínguez G.
Texto publicado originalmente en GENTE DE BELÉN, Noviembre de 2015, gentilmente autorizado por su autor para ser compartido en el blog. Gracias, Maestro Oscar
(Mr. Emilio, a la carga con mi ladrillo. Encantado, además. Ya miraré qué tengo para enviarte.
Saludos od)
Tomemos la carrera Ochenta como punto de partida y pasemos revista a algunas opciones culturales y de entretenimiento que ofrece el populoso barrio Belén.
En dirección sur-norte, la Ochenta alberga uno de los iconos más antiguos del turismo paisa: la cabecera del aeropuerto Olaya Herrera donde suele agolparse la multitud a ver aterrizar y decolar aviones.
Una multinacional proletaria del entretenimiento y del mecato se ha montado allí. Y como en turismo también se dan las contradicciones, frente al “tontódromo”, como le dicen los pilotos al lugar, funciona el Club el Rodeo, donde el estrato alto va a consentir su ego.
El Club opera como escenario de ruidosas fiestas que arruinan el sueño de los vivos … y de los muertos porque al lado está Campos de paz. Los cementerios – y Belén tiene tres mal contados- hacen parte de la oferta lúdico-religioso-turística de la localidad.
Campos de paz alberga nuevos inquilinos: estudiantes que van a preparar sus exámenes “lejos del mundanal ruido”. No pocos aprovechan para ejercer el libre desarrollo de su personalidad y meterse su cachito de marihuana.
La Ochenta nos depara un oasis para disfrutar el cine-arte. Nada de megaproducciones estilo Hollywood. Las pequeñas salas quedan al lado de la Clínica de las Américas… donde es un placer aliviarse. Cerca está la clínica de Saludcoop que pronto cambiará de piel.
Siempre sobre la dichosa Ochenta por donde algún día transitará otra línea del tranvía, aparece la joya de la corona cultural de Belén: su parque-biblioteca. Variopinta la oferta que ofrece incluida ludoteca y sala de música.
En deportes el gigantesco aeroparque Juan Pablo II es imbatible.
Como todos los de su especie, el centro comercial La gran vía es sitio de encuentro para cultivar una de las bellas artes: la conversación.
Los Molinos, arriba de la Ochenta, frente a la Nueva Villa del Aburrá, es otro lugar obligado para dejar la quincena, ver cine, disfrutar el menú gastronómico. Pensionados como quien escribe estas líneas, encuentran allí mesas para la cháchara.
La geografía belenita es pródiga en centros geriátricos. Interesados favor presentar hojas de vida.
En la vieja Nueva Villa del Aburrá está el parque con la escultura de Los Obreros. El tiempo y el polvo apenas permiten leer el nombre del autor: Justo Arosemena.
La Comunidad Cannabica de Colombia, con inmenso aviso, notifica que es territorio libre para meter maracachafa. El consumo se ha vuelto denominador común en los parques.
Señoras de perrito y abuelos que empujan niños en sus coches prefieren pasar por la acera de enfrente para no trabarse.
Cerca de este allí, hace 35 años funciona el animado Centro Cultural. Ofrecen clases de gimnasia, yoga, pintura… Hasta cartilla sobre cultivos hidropónicos. El día que lo visité “interactuaban” boda árabe, primera comunión y misa.
En el llamado Preventorio que conserva el viejo nombre hay amplia una propuesta para todos los gustos. Con el encanto de lo gratuito.
Cerca funciona el viejo café Coba que ha cambiado la receta: adiós tangos, bienvenida la música Cross Over. No se pierdan el bar de Los tranquilos donde está prohibido el estrés.
La Universidad de Medellín ofrece rica opción cultural y de entretenimiento. No olvide sintonizar la emisora en los 9-40 AM.
El parque de Belén tiene el encanto de pueblo eterno con su mercado campesino dominical. Los parroquianos invierten su tiempo jugando ajedrez, cartas, dominó.
La vieja Iglesia de Belén domina la escena. Ofician misas como arroz para el diálogo con el que fabrica estrellas. Allí se pueden escuchan homilías que son a la vez maná espiritual, lúdica y entretenimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario