lunes, 27 de junio de 2011

CRONICAS DE BELEN: GUSTAVO ESCOBAR VELEZ

LAS TIENDAS DE ANTAÑO
Gustavo Escobar Vélez

A excepción de El Yucal, que aún existe, las tiendas que menciono en esta crónica histórica del barrio Belén existieron hace más de 50 años. Estaban ubicadas en el parque principal y sus alrededores, en locales amplios casi todas, y muy bien surtidas de víveres, parva “de cargazón” y de la fina, frescolas y gaseosas, cerveza, aguardiente o anisado y ron. En algunas vendían cuadernos y lápices y, en diciembre, papel para globos, globos hechos y pólvora no detonante. Los vecinos tenían “fiado” con registro en libreta y a los niños nos daban la “encimita”.
Los hermanos Eugenio y Valentín Cuartas eran los dueños de las más importantes de la plaza. Situadas sobre la calle 30A, en la carrera 77 la primera, y en la 76 la segunda, se conocían como la de Tuque y la de Tin, ya que este era el nombre familiar de los propietarios. Frente a los ventanales de la escuela Rosalía Suárez, por la calle 31, quedaba la de don Bertoldo, la cual, años después, pasó a ser de don Pacho. Detrás de la iglesia estaba la de Chucho Salinas, llamada “Granero Popular”. En la calle 30A con la carrera 75, fueron famosas la de José Escobar, “Tropical”, se llamaba y también la tienda de Polo Mesa.
En la Avenida Bolivariana, frente a la bomba, quedaba “El Bolivariano” de propiedad de don Avelino y en el barrio Granada estaban la de Tristán, “Puerto Granada” y “El Yucal”. Fue famosa la tienda de Suso Peña, cerca de la fábrica de cigarrillos de don Ricardo Escobar en la calle 30A con la 73 y, en la carrera 76 con la 30 “El “Baratón”, de don Francisco Naranjo. Posteriores a estas tiendas, se recuerdan la Proveeduría Parroquial de don Lorenzo Jaramillo, en todo el parque y la Proveeduría Departamental en la misma cuadra. Por supuesto que en sectores como San Bernardo, el barrio Peláez, el cementerio, El Rincón y Miravalle existieron tiendas famosas y tradicionales.
Recientemente visité la tienda “El Yucal” y en su homenaje, “cometí” estos versos que, a su vez, dieron origen a esta croniquilla:

DE REGRESO A LA TIENDA
He regresado al Yucal
para calmar mis dolores,
para cantar mis amores
y hallar alivio a mi mal.

Para beberme unos rones…
saborearme dos chorizos
conversar con los amigos
y escuchar bellas canciones.

Recitar en tono bajo
los poemas de mi gente
y brindarle un aguardiente
a don Alfonso Naranjo.

¡Oh Yucal, tienda querida
de Belén, mi barrio amado,
en tus mesas he olvidado
el dolor de mis heridas!


LAS FRUTERAS DEL PARQUEGustavo Escobar Vélez

“Tres de coco y dos de velitas” repetíamos los niños a las tres fruteras más recordadas del viejo y añorado parque de nuestro Belén. Los habitantes antiguos del lugar recuerdan aún a “Tenchita” una de las primeras fruteritas del sector.
Las fruteras ofrecían su apetitoso surtido en amplia y cuadrada mesa de diseño especial y, a los lados, cajoncitos con mangos o naranjas y un costal con guamas y cañafístulas. Tras la mesa, el infaltable banquito de la dueña; sobre la mesa, en perfecto orden, el variado surtido de frescas y maduras frutas simulando una acuarela: mangos, jugosa piña en charol protegido con campana de fina rejilla metálica. Enseguida, en recipiente con agua, marfileños trozos de coco que nos entregaban envueltos en un papel grueso, acompañados de las infaltables velitas amarillas o rojitas. En época de cosecha abundaban racimos de mamoncillos y corozos grandes, los bananos pecosos y los racimos de “murrapitos”, pomas rosadas y olorosas, las malolientes algarrobas y los duraznos. No faltaban los corozos pequeños de roja corteza que quebrábamos y que jugábamos a los “pares y nones”. El mango biche con sal tenía mucha demanda entre las señoras.
Pero casi todos los sesentones de hoy nos acordamos de Salvadora, Esperanza y Teresa. La trilogía más asediada por chicos y mayores. Cada una estaba ubicada en sitios demarcados de la plaza así: Salvadora a un lado del andén de la casa cural, hacia la esquina de la calle 30A con la carrera 77; Esperanza contiguo a la iglesia, cerca de la escuela Rosalía Suárez y Teresa, “La Negra”, a quien apodaban “mamoncillo” en la esquina sudeste del parque.
Salvadora era una mujer trigueña, vestía traje sencillo y limpio y usaba delantal. Acostumbraba cargar una jíquera de cabuya en la cintura para echar las monedas. Callada, pero amable, trataba bien a su clientela y era paciente con la chiquillada. Fue la más calmada de todas: ¡Toda una señora!
Pero, brevemente, recordemos a las otras dos fruteras de antaño. Esperancita, como la llamábamos cariñosamente, era bajita, rechonchita, de ojos azules y piel blanca. En su cara el paso de los años dejó algunas arrugas confundidas con el rubor que ostentaban sus mejillas; boca pequeña y un geniecito de los mil demonios. Era brava Esperanza, pero, en el fondo, una mujer buena y trabajadora. Teresa era una negra de cabello abundante y semicrespo; usaba aretes de oro y, a quienes le decían su apodo, les pegaba su insultada y hasta los agredía con un palo. ¡Se hacía respetar la negra Teresa y era muy liberal!
Seguramente esas fruteras del Belén de antaño, al igual que la del poema de Roberto Muñoz Londoño, bañaban con sus lágrimas las frutas dulces y deliciosas. Al recordarlas me resta decir:

Fruterita de antaño,
ventera de ilusiones:
quedaste en nuestras vidas
y en nuestros corazones
como aquel trompo alegre
de los siete colores
dormida en la nostalgia
de una vieja canción.
Te repito frutera:
¡Tu recuerdo es la magia
de una grata emoción!

Nota. El autor dirige unos programas de música popular en la radio, con una amplia audiencia.

Estos programas radiales son: en Radio Bolivariana los domingos de 8 a 10 A.M "Pentagrama del recuerdo" En la frecuencia 1110 A.M o bien en www.radiobolivariana virtual.com opción A.M.
El otro los domingos a las 12 meridiano a través de la emisora de la U de A (1410 A.M) Se llama "Al compás de los recuerdos".  La música es de su colección personal.

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