miércoles, 19 de diciembre de 2018

ELKIN RAMÍREZ, EL"TITÁN DEL ROCK" DE BELÉN

ELKIN RAMÍREZ, EL"TITÁN DEL ROCK" DE BELÉN


ELKIN RAMÍREZ, vocalista y fundador del legendario grupo KRAKEN, es una de las más grandes personalidades del rock nacional. Su carácter, la limpieza y potencia de su voz, su lucha, sus letras y la enfermedad que se lo llevó de manera prematura, hicieron de él una leyenda, no solo a partir de su muerte, sino desde su juventud, cuando descollaba como un aguerrido abanderado de su causa, un devoto creyente en los sueños imposibles y las causas perdidas. Hacemos una recopilación de algunas de las cientos de reseñas y perfiles que se publicaron a razón de su sensible fallecimiento
Era un personaje de Belén, y ni el barrio, ni la ciudad ni el país ni el continente lo olvidan...

“El Titan” y el Heavy Metal en la Medellín de Pablo Escobar

Recordando la influencia y el legado del mítico Elkin Ramírez.

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May 31 2017, 4:06pm




Artículo publicado originalmente en Noisey Estados Unidos.
Medellín, Colombia. Tal vez la conozcas por la cocaína, Pablo Escobar o los carteles de la droga, pero diles algo de esto a los colombianos y seguramente los harás enojar. Sorprendentemente en Medellín mucha gente es fanática de la serie de televisión Narcos o del villano que encabeza esta serie. Tres décadas de episodios violentos, documentales de terror y turistas drogadictos han empujado a la ciudad a una batalla cuesta arriba por reposicionar su historia cultural, sobre todo con el último golpe de la agencia rusa RT y su documental Escobar´s Hitman. Aunque los colombianos quieran o no hablar de esto, el legado de Escobar es indiscutible. Durante el terror de los años 80, la capital del departamento de Antioquia era mejor conocida como la capital mundial del crimen... pero también era conocida como la capital colombiana del rock, punk y el metal, la escena de una revolución cultural en el vórtice de la violencia.
Este año, la ciudad lloró la pérdida de Elkin Ramírez Zapata, su primera súper estrella de rock. Después de perder la batalla contra un cáncer cerebral, Ramírez murió en enero 29 de este 2017. Conocido como el Titán, fue repetidamente aclamado como la respuesta colombiana al vocalista de Iron Maiden, Bruce Dickinson.Su funeral llevó a un paro en Medellín y por primera vez en la historia, la catedral metropolitana de la ciudad estaba atestada de metaleros, pukeros, fanáticos, amigos y allegados quienes derramaron lágrimas y cantaron juntos como su banda Kraken lo hizo en su concierto final. En 1980 Ramírez y Kraken fueron de los pioneros de la revolución rockera en su país, como el cantante de silenciosa perseverancia que gritaba falsettos, puso indirectamente a Colombia en el mapa musical.
"Era una persona increíble, y su pérdida nos ha herido a todos muy fuerte" dice Alex Oquendo, líder de Masacre, otro titán colombiano. "Él era como el padre de los rockeros aquí y el primero en llevar al heavy metal en español al nivel de un espectáculo. La Colombia moderna ha perdido un poeta y a alguien quien peleó bastante por los rockeros, el pueblo suramericano, los derechos y la libertad de los hombres. Todos los días la gente sigue expresando el dolor por la pérdida que su muerte significó para la ciudad y para el país. Incluso se está hablando de la posibilidad de construir una estatua o un monumento en su honor. Es necesario hacer una gran conmemoración para preservar su memoria"
"Todo hombre es una historia" escribió Ramírez en 1986 y la suya es una historia de dos ciudades. Como representó Víctor Gaviria en su película Rodrigo D: No Futuro, de 1990, la muerte y el nihilismo forjado por Escobar tendría un producto no deseado, una contracultura, nacida de la música occidental. Diferente a una historia de alguna insurgencia en Colombia, sería más como un movimiento armado con rock, punk y metal. Sus soldados serían los jóvenes desamparados de las comunas y barrios periféricos de la ciudad y como ellos sufrieron a través de la maldad, apuntarían sus armas contra la sociedad.
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Uno de ellos fue Juan Aristizábal Vásquez (conocido como Juanes) ahora uno de los artistas latinoamericanos mejor vendidos en el mundo. Junto a Shakira, Juanes llegaría a convertirse en una de las primeras estrellas pop colombianas reconocidas mundialmente que llevaron a la nación a la lucha por lo mainstream. En una carrera que comenzó con solo 17 años, fue nombrado por la revista Timecomo uno de los 100 personajes más importantes, ganó 22 premios Grammy y se presentó en las Naciones Unidas. Diferente a Kraken, su música es más popular y probablemente la habrás escuchado. "Mi conexión con la música de Kraken comenzó en 1986 cuando yo tenía 14 años" afirma. "Por ese entonces, ellos habían publicado su primer LP de 45 Rev. que contenía "Todo hombre es una historia" y "Muere Libre", dos canciones que marcaron mi vida y el inicio del movimiento musical en Medellín, el cuál estaba emergiendo al tiempo de una violenta guerra entre el estado y la mafia. El coraje y las cualidades artísticas en Elkin Ramírez y aquellos que lo acompañaron desde el inicio, serán siempre una fuente de inspiración para mí y para mucho de mi generación".

Ambos, Oquendo y Juanes, quienes compartieron en la banda Ekhymosis, traerían más tarde a Colombia una fama internacional: Juanes como un aclamado artista de pop internacional y mensajero de paz y Oquendo como el líder de una visceral banda de death metal llamada Masacre, los primeros colombianos en firmar con un gran sello extranjero. Influenciados por el Titán, ellos usarían sus letras para condenar la violencia de sus días. Aquí está como sucedió...
En 1960 el rock británico atravesaba el mundo latino. La revolución comenzó con The Beatles y The Rolling Stones y luego entró a otra etapa con Black Sabbath, Deep Purple y Led Zeppelin y como España languidecía bajo la censura del General Franco, Argentina llevó la batuta. El Rock nacional, un género construido en el rock y en el orgullo del idioma español, nació causando una reacción en cadena en Latinoamérica. Cerca de los años 80, Franco murió y el Rock Radical Vasco y la música protesta del país Vasco, llegó a Colombia a través de importadores de discos, junto al hard rock, hardcore y punk norteamericano.
La juventud de Medellín desarrolló un hambre insaciable por esos sonidos, alimentado por reuniones informales llamadas notas o parches donde los fanáticos intercambiaban cintas, conocimiento y pastas (Lps) o si ellos era lo suficientemente afortunados podrían comprarlas. Las bandas locales comenzaron a figurar tocando en fiestas caseras y parqueaderos (lotes de parqueo). Aunque se puede dar crédito a Jorge Calderón y a su banda Carbure, la primera banda de rock "de verdad" nacional; se haría historia en septiembre 22 de 1984 cuando una banda llamada Kraken (antiguamente Kripzy) hizo un concierto en un barrio violento.
"La primera vez que vi a Kraken en vivo fue en el Teatro Lux en Manrique, una comuna de aquí de Medellín que siempre ha estado plagada de problemas sociales" recuerda Oquendo. "La entrada costaba 2000 pesos, los cuales son apenas un dólar hoy, creo. Estábamos sorprendidos y mirábamos a su vocalista Elkin que era como si tuviéramos nuestro Bruce Dickinson. Era un vocalista con una excepcional calidad de voz y los guitarristas podían alcanzar a los de Iron Maiden en su apogeo. Se sentía increíble".
Pero no todo era hermandad. Tal como los británicos en 1970, el rock, punk y el metal había venido a Medellín como movimientos de clase obrera y eran celosamente reservados. Mientras las bandas del gueto como Mierda, Parabellum y Danger eran considerablemente crudas, Kraken era refinada, poética y compleja. También eran de Belén, un barrio de clase media alejado de los problemas de Manrique, Aranjuez y Buenos Aires y otros distritos pandilleros de las periferias. Los movimientos tempranos en Colombia eran tajantemente divididos por líneas socio-políticas y pronto se volatilizaron con la emergencia del ultra-metal, una fusión primitiva de metal y hardcore punk, radicalmente opuesta a la música comercial, el establecimiento y cualquiera que sonara débil.
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"La visión de ese entonces era que el metal era sólo para las clases obreras" dice Román González de la banda Sargatanas (también de Belén). "Los ricos y la clase media no se merecían escucharlo. Si eras un metalero rico, eras un putocasposo. Elkin era apuesto y rico, pero también fue siempre un tipo trabajador, un visionario quien rompió todas las reglas para tocar música a un nivel profesional. La gente en Medellín no podía entenderlo en ese tiempo, eran un poco retrógradas".
Esas diferencias de clases degenerarían en serios problemas en un concierto de 1985, considerado como uno de los eventos más importantes en la historia musical de la ciudad.
Algunas personas aseguran que Pablo Escobar era rockero. Por el alcance de su poder se llegó a alegar que trajo a The Rolling Stones, REO Speedwagon y Samantha Fox para que tocaran en su mansión, pero no hay evidencia de verdad para probarlo. Paralelo a sus actividades criminales, practicaba una paradójica forma de filantropía donando cuantiosas cantidades de dinero a la ciudad. Una de sus caridades fue Medellín sin tugurios, un patrocinador regular de eventos públicos, y en 1983 apoyó al importador de discos Raúl Velásquez de JIV Ltd para que hiciera en la ciudad el concierto de rock más grande antes visto, presentando a Argus la banda de heavy metal de Tampa en la Plaza de toros La Macarena.
La Macarena tenía una capacidad de aforo de 15.000 personas y el 23 de marzo de 1985 se convirtió en el escenario de un tremendo alboroto. Impulsado por el éxito de Argus, JIV Ltd y Radio Veracruz organizaron la batalla de las bandas enlistando agrupaciones locales como Spool, Glöstter Gladiattor, Danger, Mierda, Excalibur, Parabellum, Lasser y Kraken para completar el trato con la disquera nacional Codiscos. Fue una batalla masiva en la tradición del estadio de rock americano.
Tan pronto como el concierto comenzó, las cosas comenzaron a complicarse para los soft-rockers de Spool. Con un calor como de 90 grados, sus baladas rockeras comerciales se fueron a pique como un globo desinflado y la tarima se convirtió en una diana de tiro. La multitud comenzó a lanzar piedras y puñados de arena del piso mientras gritaban ¡Caspa! ¡Caspa! Y la banda se vio forzada a dejar el escenario. Las siguientes presentaciones fueron las de Glöstter Gladiattor y Danger quienes tuvieron dificultades para mantener las cosas calmadas, pero de alguna manera se las arreglaron para manejar a la multitud, Glöstter Gladiattor a punta de carisma y Danger con sus raíces humildes. Fieles a su nombre, la banda de ultra-metal Mierda comenzó a agitar el caos tan pronto como su vocalista Oswaldo Ordoñez Carmona se cubrió de sangre y atrajo al público gritando arengas anti-crisitianas e incitándolos a "no dejar nada de pie". "Crucifíquenme" gritaba, seguido por "Satán está entre nosotros".
El ambiente se puso tenso y los promotores pidieron un descanso no programado. Diferente al desorden usual, el evento que habían creado era en realidad una bomba de tiempo esperando a reventar. Venidos de los barrios más pobres, el público punkero y metalero era una fuerza radical que detestaba a sus vecinos rockeros de clase media. Incluso su posición era una metáfora, mientras los aguerridos se retorcían en el centro enlodado de la plaza, los rockeros casuales los miraban desde las gradas.
El concierto se reanudó con el abucheo de la banda de heavy metal Excalibur, cuyo único pecado era que ellos no tocaban ultra metal. Pronto los ahogaron con exclamaciones de ¡Parabellum! ¡Parabellum! ("prepárense para la guerra"). En esta perversa reedición de un campo romano, la gente comenzó a llamar a la banda nacida en el barrio Buenos Aires, una de las más radicales de su tiempo. El sonido violento de Parabellum era un llamado literal a las armas, y su presentación acompasada por canciones como "Guerra", "Monopolio y Sexo" o "666 Engendro" fue un catalizador para amotinamiento. Lo que comenzó como una batalla de bandas era ahora una batalla entre los fanáticos.
Los momentos antes de la pelea fueron capturados en este video:
Las piedras que habían acumulado Excalibur y Spool se comenzaron a lanzar hacia las gradas y un hombre que fue visto "bailando como un homosexual" durante el show de Lasser se convirtió en la gota que rebasó la copa. La guerra de clases y la violencia entre sectas terminó como una pelea total entre punks, metaleros y rockeros. La policía enviada al evento estaba totalmente desprovista para el motín, y se llamó al departamento de bomberos quien convirtió la arena en un baño público. "Escandaloso" escribió un periodista del diario local El Espectador, comprando el evento con una "orgia" de drogadictos a quienes acusó de arruinar los baños recién instalados. Atrás del escenario, su joven líder, Elkin Ramírez dijo haber estado plácido y sin temor alguno. Esa era la única característica que lo seguiría toda su vida.
Ramón Restrepo, quien lideraba Parabellum ese día recuerda: "Sabíamos muy bien sobre el radicalismo en la música. El metalero underground se resistía a la música comercial en esa batalla de bandas y el Florero de Llorente estallo contra las agrupaciones que no sonaban tan pesado como Parabellum". Como Carlos Mario "La Bruja" (guitarrista) dijo "por Parabellum no se incendió la situación, nosotros sólo tocamos nuestra música. Elkin sabía cómo seguir a pesar de esas pruebas. Las diferencias se daban en una diversidad natural y al final ellos nos enseñaron sobre el poder de la unión en la separación, lo cual es requisito vital como tal. Pienso en él como un poeta y un guerrero. Como un caballero y hombre culto, una voz especial y única en su género. Si no te gusta algo, entonces no seas parte de eso, pero con respeto, como él lo hizo".
La batalla quedó inconclusa, pero Kraken había ganado sin tocar ninguna nota. Uno de los organizadores, Carlos Acosta llego a ser su nuevo manager y les consiguió un contrato con Codiscos en 1986. La banda lanzó un par de EPs de dos canciones seguido por su debut legendario, Kraken, en 1987. Para el resto de Medellín, el caos de un concierto pronto sería el menor de sus problemas. El periódico que reportó el hecho pronto tendría sus oficinas bombardeadas y quemadas hasta el suelo.
"Desafortunadamente en pleno 1980, la guerra de las drogas comenzaría" escribió Mario Aponte de la banda Maleficarum en su propio recuento de esa época. "Muchos guerreros se alejaron de la música por necesidades económicas y se unieron a la fuerza con los sicarios (asesinos a sueldo). Muchos de los que yo conocía fueron asesinados y muchos murieron accidentalmente por estar cerca de carros bomba. Esto no fue un obstáculo para nosotros para reunirnos en los parches e ir a los conciertos que se hacían generalmente en barrios peligrosos y violentos. No teníamos miedo de nada y tal vez era la magia que nos infundía la música, ese poder de no temer a nada y a nadie. Los sicarios y asesinos de muchos de esos barrios nos atacaban, pero no les poníamos cuidado y seguíamos. Y así llegamos a los noventa..."
En el periodo entre 1985-1993, Colombia fue al infierno y regresó. En 1985 se presenció un ataque sin precedentes en la capital, Bogotá, donde entre el ejército y 35 guerrilleros armados del M-19 irrumpieron en el Palacio de Justicia y asesinaron cientos de rehenes y a 11 de los 21 jueces de la corte suprema de justicia del país. En Medellín, Pablo Escobar comenzó a asesinar y a bombardear a sus oponentes implacablemente, empleando sicarios adolescentes y asesinos profesionales para hacer su labor. Como el gobierno había acordado extraditarlo a los Estados Unidos, él se concentró en atacar a la policía, políticos y periodistas, y por 1989 la ciudad se había convertido literalmente en el departamento de la mafia. El candidato presidencial Luis Carlos Galán fue asesinado y el atentado contra la vida de otro político terminó con el bombardeo del vuelo 203 de Avianca. Añadido a esta miseria, el cartel de Cali del Valle del Cauca en Colombia comenzó una lucha por el poder con Escobar en un intento por controlar el tráfico de cocaína.
La Violencia en Colombia no desalentó a la creciente escena musical. El movimiento que había comenzado en Medellín, ahora de doble tamaño, añadió nombres como Masacre, Astaroth, Nekromantie, Blasfemia y Reencarnación. Bandas nuevas se fueron formando en el resto del país, Neurosis, Darkness y La Pestilencia en Bogotá, al lado de Krönös e Inquisition en Cali. Otras partes del país seguían, impulsadas por un aumento de conciertos y estaciones radiales jóvenes de metal como La Cortina de Hierro presentada por Mauricio "Bull Metal" Montoya, la cual tenía audiencias de centenares, incluso de millares. Por 1990 el metal colombiano era una fuerza para tener en cuenta y los que la crearon no tenían nada que perder. Kraken había roto con la escena underground después de ser atacados por punks en el Anfiteatro Carlos Vieco de Medellín en 1987, ellos llevaron su música adelante.
Víctor Raúl Jaramillo, conocido como "Piolin" de la banda de ultra metalReencarnación anota las diferencias entre su onda y el sonido de Kraken: "Hombre, yo sólo conocía tres canciones de Kraken y nunca había tenido una charla con Elkin... eso podría llamarse satisfactorio. Elkin y yo no éramos propiamente compatibles, pero enfatizo en su trabajo, en su constancia y su incansable fuerza para llevar la música de su agrupación tan lejos como pudo. Cuando el trabajo del hombre lo sobrepasa, estamos ante una creación genuina".
Las esperanzas de Colombia murieron en agosto de 1989 con el asesinato del político liberal Luis Carlos Galán en frente de 10.000 personas en una tarima en Soacha. Galán le había declarado la guerra a los carteles de la droga en el país, quienes sabían que se acabarían si Galán era elegido. En uno de los asesinatos más dramáticos del siglo XX, Galán fue acribillado mientras caminaba en el escenario, rodeado por sus ayudantes. 24 horas después del crimen, Kraken hizo un concierto en su honor. Ramírez pidió un minuto de silencio en nombre de "la paz, el respeto y la libertad" como él mismo declaró en la tarima. El concierto fue en la plaza de toros La Macarena, el mismo lugar que cuatro años antes lo habían rechazado.
Tres meses después, la banda sacó su segundo álbum Kraken II. Fue un trabajo de hard rock virtuoso, musicalmente, eran mundiales en comparación a sus pares. Su sonido se hizo más complejo, progresivo y cargado de pianos, similar a un Queensrÿche latino. Su canción "Vestido de cristal" llegó a ser el tope de un furioso debate en la radio nacional joven, pero a pesar de esto ellos ascendieron a la palestra nacional y tocaron frente a 20.000 personas en el Poliedro venezolano en 1990, nadie podía acusarlos de arrogantes.

"Elkin era un caballero, no un rockstar o un tipo de espectáculos. No era egoísta" Dice Andrés Castro, un promotor de Bogotá. "Él representaba esperanza y Kraken era muy respetado. En esos días ser un metalero no era como hoy y su mensaje era ´No te preocupes, lo vas a lograr`".
Habría por lo menos otra década antes de que la edad del narco-terrorismo acabara. Cerca del 2012 muchos de los cabecillas mayores de los carteles de la droga en el país fueron asesinados o aprisionados, y Colombia está ahora en el largo camino hacia la paz. La cocaína es más o menos rechazada hoy por la escena metalera y los carteles de la droga son motivo de vergüenza y de disgusto nacional. La sola mención de Escobar es suficiente para molestar a los colombianos.
David Rivera, guitarrista de Tenebrarum, nos dio su perspectiva: "tengo que decir esto... Pablo Escobar fue una desgracia para nuestra sociedad. No es un héroe popular o algo así, él era un puto criminal. Pienso que mucha gente aquí toma ventaja de esto como parte de la historia colombiana para vender un poco más. Obviamente la historia del metal en Medellín estuvo rodeada por la violencia, pero todo mundo estuvo afectado por esto, no solo la escena metalera. No podemos hablar del desarrollo del metal teniendo como centro a Pablo Escobar".
"El metal suramericano atrajo miles de fans en el underground global entre 1985-1993. Incluso entre artistas orientales, como Øystein "Euronymous" Aarseth de la banda de black metal Mayhem, estaban inmersos en las bandas colombianas y su auténtico sonido brutal. Sin embargo "lo malvados" pioneros del Black metal noruego se proclamaron en últimas como sólo unos adolescentes de clase media que quemaban cosas en una Escandinavia utópica. Su llamada "maldad" palidecía en comparación con las realidades diarias de Colombia, las cuales producían un sonido y una lírica mucho más aproximada que no podría ser falseada o simplemente imaginada. La agrupación Masacre, conocido por ese tinte mórbido, evocaban títulos como Colombia: Imperio del TerrorCáncer de Nuestros Días y Ola de Violencia que eran a su vez una cruda reflexión de sus tiempos.
Durante los últimos días de 1980, Euronymous comenzó a contactarse con el baterista de Masacre Mauricio "Bull Metal" Montoya para difundir música e incluir bandas a su sello, Deathlike Silence Productions. Algunos han asegurado el descubrimiento de Parabellum, los padres del ultra metal, por parte de Euronymous tuvo una influencia directa en Mayhem y en el auge del black metal Noruego. Si esto es o no verdad, Masacre sería la primera banda en incursionar fuera del país, en 1991 lanzaron su álbum debut Reqviem por medio del sello francés Osmose Productions .Incluso si su sonido era radicalmente diferente, su líder admite abiertamente su deuda con Kraken.
"Ellos no solo influenciaron a Masacre, influenciaron a todos los demás", afirma Alex Oquendo. "Sus letras eran, como digo, muy interesantes, estaban escritas estilo poético donde se narraba muchas de las cosas que nosotros experimentábamos en Sur América y particularmente en Colombia. También fui muy buen amigo de Elkin y hablábamos mucho de esas cuestiones. Estaba muy interesado por todo lo que sucedía en el país, en los problemas políticos y sociales y defendió todas esas cusas. Eran días difíciles" y añade ´Todas las mañanas me despierto y pienso en Elkin. Hablábamos todos los días, me enviaba algunos mensajes de audio de Whastapp y yo los reproducía una y otra vez, mi esposa mantiene diciéndome que sería mejor si paro... pero es muy duro para mí no ser capaz de escuchar su voz nunca más".
Como la escritura del Premio Nobel nacional, Gabriel García Márquez, las letras de Elkin Ramírez estaban enganchadas al realismo mágico, llena de metáforas surreales y dobles significados. Su lenguaje elocuente habla de problemas sociales, corrupción guerrillas y la situación de los pueblos indígenas. Sus ataques eran poéticos, sutiles y a la vez directos.
"Elkin leía demasiado, lo cual también influenció sus letras", recuerda el guitarrista de Kraken, Hugo Restrepo quien ahora dirige una escuela musical llamada Solo Rock. "Él era un tipo de persona muy receptiva que nunca tenía nada negativo para decir de los otros, enfrentaba sus problemas y se sobreponía a ellos con fuerza y carácter".
Medellín hoy pinta diferente. No es perfecta, pero está muy lejana de 1980. La música de Kraken todavía suena en los parches y en los bares de la ciudad con frecuencia, sobre todo entre muchos metaleros y aquellos que alguna vez lanzaron piedras contra ellos ahora reverencian el sonido del "verdadero" heavy metal. La influencia de la banda también se pude rastrear en músicos del extranjero. El baterista Mauricio Chamucero, de la banda británica de heavy metal Rouge Male , es uno de ellos. "Elkin tenía sus sueños en un país donde era casi que imposible hacer tus sueños realidad al tiempo" dijo. "Mientras yo abandonaba mi país y dejaba todo atrás en pos de realizar mi sueño, Elkin decidió permanecer y pelear por él en su país. Nos mostró a todos nosotros que todo es posible independientemente de dónde eres".
Jaime Gómez Arellano, es ahora uno de los más grandes productores de música extrema, es otro que afirma. "Pienso que cada uno en la escena colombiana mira a Kraken como una de las mejores bandas del país, y nunca voy a olvidar el impacto que tuvieron".
Como los soldados colombianos enfilados hacia la paz y a la prosperidad, Elkin Ramírez ha dejado atrás un mundo mejor. Le sigue ahora su hijo, Andrés, y su música continúa inspirando muchos de sus seguidores en el país para que sigan sus sueños, sin importar las posibilidades. El rock, punk y el metal son aún unos de los géneros más populares en Colombia, y él todavía tiene adeptos en los lugares más altos. Uno de ellos se tomó el tiempo de escribir a su familia después de su deceso:
"Lamento profundamente la partida de su hijo, Elkin Ramírez, pionero del Rock Nacional y miembro prominente de la herencia cultural de nuestro país. Su trabajo de más de tres décadas fue fundamental, sin lugar a dudas, para expandir los límites de nuestra música y dejar una marca indeleble en muchas generaciones de colombianos que crecieron con Kraken. Lo recordaremos como el gran intérprete de compositor que era, pero, sobre todo, como un ejemplo de independencia y honestidad que nos dio en toda su vida. A pesar de que su voz ya no nos acompaña, el legado del Titán del rock nos acompañará para siempre".
Esta declaración vino de Juan Manuel Santos, presidente de la República de Colombia.



UN AÑO SIN EL TITÁN DEL ROCK

A 1 año de su fallecimiento recordamos al cantante que luchó con determinación por posicionar este género en el país. Esta es la historia del Titán que nació y se crió en Belén.

Una habitación de una casona en el barrio Belén fue el escenario donde se forjó el espíritu musical del Titán del rock. Cuando era un joven, Elkin Ramírez se encerraba allí para tratar de sintonizar una emisora que transmitiera ese género musical que tanto llamaba su atención. Ese mismo espacio, hoy, 1 año después de su muerte, alberga los recuerdos más valiosos de su carrera artística.

En las paredes se encuentran los afiches de Kraken, la banda que fue como su segundo hijo, su discografía y pinturas que revelan una faceta poco conocida de su sensibilidad. Sobre las estanterías permanecen los premios y reconocimientos que recibió y allí también están los trajes que usó para los conciertos, incluido el que utilizó en la presentación de Kraken Filarmónico, uno de sus logros más grandes.
La música que le cambió la vida
Elkin nació el 26 de octubre de 1962, en una familia tradicional de Belén, la de Daniel Ramírez y Oliva Zapata, una pareja melómana que tenía en su haber una amplia colección de discos. “Su vida era muy normal, lo llevaban a misa, al colegio… en una de esas salidas escuchó que en una terraza estaba sonando Led Zeppelin“, cuenta Andrés, su hijo. Para ese momento no tenía idea del rock, pero supo que el sonido le había gustado; “eso marcó un antes y un después en su historia”.

Don Daniel, que trabajaba con textiles, comenzó a viajar y le enviaba casetes a Elkin desde Venezuela. Él se sentaba en una piedra que había en la esquina de la cuadra para escucharlos, mientras sus amigos del barrio jugaban fútbol. Empezó a afinar su gusto musical y a formarse de manera autodidacta leyendo libros y escuchando desde un patio las clases de técnica vocal que dictaba un profesor de la ciudad que no lo admitió por llevar el cabello largo.

Decidió que quería ser cantante y cuando a Elkin se le metía algo en la cabeza, por ahí se iba hasta que lo conseguía. Pasó por agrupaciones como Kripzy y Ferrotrack, cuando fue vocalista de esta última, la primera alineación de Kraken (Hugo Restrepo, Jorge Atehortúa, Jaime Tobón y Gonzalo Vásquez) lo invitó a ser su cantante.
Él les propuso que afinaran detalles de técnica y repertorio para poder acompañarlos, y el 18 junio de 1984 nació Kraken. El nombre se lo puso Elkin, que era un seguidor de la mitología y hacía un tiempo había visto una película en la que se le quedó grabada la imagen del séptimo titán de la mitología griega, que salía del agua imponente y fuerte.

Los casetes que grababan durante sus ensayos comenzaron a moverse entre el círculo de seguidores del rock que empezaba a formarse en Medellín. Su primer concierto lo hicieron en el teatro Lux, de Manrique, el mismo barrio donde Elkin había conocido a Amparo Gutiérrez, quien había dado a luz a su hijo en marzo del mismo año en que se conformó su agrupación.

“La banda fue cogiendo una fama muy local. Después se animaron y buscaron la posibilidad de grabar un EP profesional del primer sencillo, Todo hombre es una historia. Firmaron con Codiscos y fue casi un éxito automático. Se volvió una revolución, inmediatamente la gente dijo: ‘El rock en español en Colombia nació’“.
Esa primera alineación de Kraken duró 10 años y se convirtió en referente para otras bandas del género que comenzaban a surgir en el país. Explica Andrés que Elkin promovía la cultura en el rock y trabajó por desmentir el estigma de que esta era una música de locos marihuaneros, además por unir a los subgéneros que tenían ciertas rivalidades.

Entre 1994 y 2002 se formaron otras alineaciones que no lograron quedarse, pero por la misma época Elkin llevó a cabo 2 proyectos que mezclaban canciones importantes de la banda con puestas en escena que incluían danza, video y actuación. Una se llamó La obra y la otra, La leyenda. El éxito de estas funciones lo inspiró para proponer Kraken Filarmónico, pero en Medellín no recibió apoyo.

Por eso decidió irse a Bogotá y allí estableció la agrupación que está hasta el día de hoy. “Mi papá tuvo que luchar muchísimo para mantener la banda a flote”, dice Andrés. Y es que para él Kraken era su vida. Ricardo Wolff, conocido como Tato, actual guitarrista de la banda, lo considera el único músico del país que ha logrado vivir del rock. Y aunque el comienzo fue difícil —tuvo que dormir las 2 primeras noches en un parque—, se dio cuenta de que en la capital lo esperaban con brazos abiertos.
Empezaron a salir conciertos y en 2005, 3 años después de haberse radicado allí, llevó a cabo Kraken Filarmónico, con la orquesta de Bogotá. Se presentaron en el León de Greiff y al día siguiente, en el festival Rock al Parque. Más tarde hicieron el lanzamiento del CD y en 2014 presentaron su show en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán.

‘Muere el hombre, nace la leyenda’
La enfermedad de Elkin apareció en 2015, cuando antes del concierto de cierre de la gira Kraken 30 años sufrió un desmayo. En vacaciones vino a Medellín para una revisión médica y le diagnosticaron un tumor en el cerebro.

Luego de una intervención quirúrgica el tumor desapareció, pero Elkin perdió la movilidad de las extremidades y con la radioterapia se le empezó a caer el cabello. En ese estado terminó de trabajar el disco de Kraken 6 y en una finca en el Carmen de Viboral, adonde llegó a grabar la voz de la canción que faltaba, sintió la fuerza para grabar nuevamente el disco entero.
En agosto de 2016 sufrió una recaída y el médico dijo que el tumor había vuelto a crecer y más grande. Esta vez empezó a perder el habla y fue uno de los golpes más duros de la enfermedad. Cuenta Andrés que aun así Elkin sonrió hasta el último día y ya se comunicaba solo con 3 palabras: sí, no y totalmente.

El 27 de enero de 2017 tuvo una crisis, no paraba de convulsionar y su familia lo llevó a la Clínica Las Américas. “El 28 lo vi y ahí sí se me cayó el carriel, lo admití, porque hasta ese momento tenía una negación… Me despedí de él, lloré mucho. Al otro día, a las 8 de la mañana, más o menos, nos llamaron a decir que se había muerto. Pero murió el hombre y nació la leyenda“, añade Andrés.

En su enfermedad y después del fallecimiento la familia de Elkin comenzó a recibir mensajes de admiración y fortaleza. “A mí no me sorprendió el cariño de los fans, porque lo viví, sobre todo en Bogotá. Me sorprendió que se notara la huella incluso en la gente que no es roquera. Ahí es cuando uno dice que trascendió”, menciona el hijo, quien también fue director artístico de Kraken.
Para los integrantes de la banda, según dice Tato Wolff, es un hecho que no pueden dejar que el legado de Elkin muera con él, sino que es algo que deben preservar. “Ha sido un reto muy grande sentir el vacío del jefe, uno ve la gente llorando y uno no se aguanta tampoco”, dice el guitarrista que conoció a Elkin en la Villa de Aburrá.

Wolff lo vio por primera vez en un concierto en el año 1999 y le sorprendió que siendo cantante estaba ayudando a cargar parlantes y equipos porque la presentación estaba retrasada. “A pesar de todas las dificultades que se presentaban, lo primero que decía es ‘vamos a sacarlo adelante’”, cuenta Tato. Para él, “el legado de Kraken en la música es inmenso”, pues “muchos acogieron el sueño de ser roqueros después de haber visto la pasión que Elkin ponía en sus interpretaciones”.

Aunque el Titán había mencionado alguna vez que quería que sus cenizas estuvieran en un árbol, en una montaña perdida, cuenta Andrés que decidió separar la figura del padre de la del artista, y las llevó al cementerio San Pedro, donde se encuentran personajes de la talla de Jorge Isaacs y María Cano, “por ser un lugar donde se cuida la memoria”. “A la tumba no le faltan flores. Quiero que otros que quieran ser roqueros pasen por ahí y sepan que pueden escribir su propia historia”, dice Andrés.

Nota socialista sobre Kraken y su legendario precursor: Elkin Ramírez (1962 – 2017)

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Escrito por: Sergio Ch
1/2/2017
El 29 de enero de 2017 fallecía tempranamente Elkin Fernando Ramírez Zapata a la edad de 54 años, a causa de un tumor cerebral maligno, por el cual fue perdiendo paulatinamente sus funciones motrices y de lenguaje.
Elkin, lider, cofundador y vocalista insigne de la ya clásica banda de rock colombiano Kraken, fue homenajeado en el sepelio de la Catedral Basílica Metropolitana de Medellín, aunque este no profesase el credo católico. Allí lo despidieron centenas de seguidores, familiares y los propios integrantes de la banda, interpretando Frágil al viento y Lenguaje de mi piel. En el Teatro Lido de la ciudad paisa hubo también un acto, lo mismo los caleños. Las emisoras Radiónica y Radioaktiva, y las independientes, dedicaron programas. En la Plaza de Bolívar de Bogotá, también se congregaron. Velas y cantos. En toda Colombia y la opinión pública de otros países hermanos fueron miles los que se pronunciaron.
De aquí en adelante, como tenía que ser, serán muchos los bares, bandas, mensajes, programas, medios, el arte musical y escultura (se rumorea algún tipo de un modesto  busto o estatua), personas y personalidades, etc, los que mantendrán viva una memoria y darán su reconocimiento cultural póstumo a este artista (siempre en función de los vivos). Algo que también recibió en vida, si bien de modo mezquino y discreto, en el caso de la Órden al Mérito – Grado Plata (¡!), del Concejo de Medellín en 2016. También los dos memorables discos de tributo a Kraken de 56 bandas nacionales y extranjeras, algunos covers malogrados y con ensambles deficientes, otros sí buenas adaptaciones.
Pese a ello, Elkin Kraken hubiera merecido mucha…mucha más notoriedad, que por aspectos económicos, del mercado musical, la época histórica que vivimos y hábitos de consumo de la audiencia, no se dio. Ojalá su legado, en función de los vivos, se incremente y rehabilite en el mañana. Por dicha causa, nos sumamos entonces a esta ola, claro está, desde una óptica socialista.
Kraken contiene profusas canciones de hard rock y heavy metal sudaca con calidad de punta y talla internacional, semi rock latino alternativo (soft) en español, pero también rarezas modernizadoras y balada rock, mucho más rosa/light –según los críticos musicales y las sectas puristas melenudas hijas de Parabellum y la “escena metalera”–. Y lo que por último llamó el propio Elkin, un Rock Duro Progresivo, eso es Kraken, abierta a cambios y sin muchas etiquetas pero si muchas mezclas sin perder la raíz del sonido metal.
Elkin Kraken no fue la “puta” barata del capital comercial, la industria cultural de entretenimiento ni un idiota útil del poder, despotricó de la oligarquía y religiones en varias entrevistas. Su lírica-sonido Kraken también fue expresión de ello. No fue un vendido popero, tipo Cepeda o Juanes. Antes bien usó a disqueras Universal Music Group, Codiscos, etc, promotores y empresarios, managers y productores, en función de su proyecto artístico auténtico que era su proyecto personal de vida y de un público independiente, no de los gustos de ellos. A excepción quizás, de su álbum El Simbolo de la huella, tan criticado, pero ciertamente, con algunas canciones bellas.
Es bien sabido, que la burguesía colombiana parasitaria y reaccionaria ha aportado muy poco a financiar el rock (riesgo de invertir), a la educación y la cultura ni se diga. Tampoco a la consolidación de una industria nacional, pues es la violadora número uno de los derechos laborales y sociales de los artistas, trabajadores y pueblo. Una clase social que ya no merece seguir gobernando la sociedad y el mundo.
Elkin Kraken, como unas pocas bandas profesionales, al parecer subsistió a punta de conciertos y merchandising, más que todo (también recursos extra y rebusque: sus dibujos-cuadros, clases de canto, bares de barrio, etc). Así se ganó honradamente el pan. Vivir modestamente en el barrio Belén y Alamos, tras un trabajo artístico arduo, en un país con altos índices de desigualdad social, donde vivir del rock era impensable y materialmente imposible.
Elkin Kraken, un autodidacta virtuoso que decidió no ir a la “U” llevando una vida social normal y que tuvo el privilegio de clase pequeñoburgués de no esclavizarse en fábricas ni oficinas sino más bien dedicarse con muchas penurías y satisfacciones al arte musical, tener esa osadía.
Elkin Kraken fue ex miembro de Kripsy y Ferrotrack, una voz baritono alto (tal vez) y melódica y variable. Un aspecto rocker sui generis, cabellera larga, actitud, sin tanta parafernalia ni estrafalaria. Un mestizo de rostro embera de baja estatura y ojos miel, lenguaje de su piel. Una sensibilidad poética como compositor y dibujante aficionado. Un timbre de voz contratenor envidiable y frustradamente inimitable por el público y otros artistas. Oyente de Led Zeppellin y Mozart, también boleros y tangos, lector de gigantes. De voz calmada, trato amigable con los otros y locuaz al hablar. De una sonrisa humilde,  mortal, como todos nosotros. Ese fue Elkin.
Pese a ello, de Titán, pseudónimo artístico y apelativo patético usado por los fans y losmass media, Elkin Kraken tenía más bien poco. Como bien señaló Ricardo Abdahllah (Abdahlah, 2017), nunca buscó ser un iguazo “Rock Star”. No está de más insistir que Colombia no necesita ídolos levitantes. Bastante opio tenemos ya. Aunque si precisa de referentes sociales, culturales y políticos, en vista a que las masas y los trabajadores reconozcan su propio poder, protesten y…se rebelen a lo establecido, a sus gobernantes y patrones.
Politicamente, el marxismo, plantea una tarea transicional central para la lucha por el socialismo en los “países subdesarrollados”: la liberación nacional del imperialismo. Una magna e inaplazable tarea más vigente que nunca en la era del César imperial Trump. Ello requiere por doquier de un antiimperialismo, internacionalismo y nacionalismo revolucionario de los pueblos oprimidos y trabajadores, que no nacerá por mera generación espontánea ni siquiera artificiosamente. Antes se dará combinadamente por las propias luchas sociales y la política (lo principal), más la propaganda de todo tipo, la cultura, incluido el arte musical y otros (algo relativo) de mucho más consumo masivo.
Culturalmente, Elkin Kraken, en canciones como Hijos del Sur (1989) –en 2007, la tocó junto al gran rockero venezolano, Paul Gillman–, América (1993), Nada Ha cambiado aún (1999), Encrucijada (2009), expresan dicho sentir anticolonialista, verdaderos cantos para la Segunda Independencia.
Elkin Kraken, no sólo fue un hijo de su tiempo, sino ante todo, un hijo de los Andes (lugar de origen: doble significado…) y de un continente oprimido, colonizado hasta nuestros días, al que apreció con inmensidad y esperanza.
Elkin Kraken, como artista y portavoz de miles, logró reivindicar las culturas de los pueblos originarios y exaltar literariamente, su resistencia guerrera y natural, ante el invasor e inquisición española, una historia olvidada de su riqueza cultural indígena.
Mientras en el género y las bandas criollas, incluido el público eurocéntrico, la regla cool y anglo es componer líricas no realistas en idioma inglés y seguir a los sin duda grandes grupos euronorteamericanos, Elkin Kraken, contrastó con ellos, siguió el uso del castellano latino culto y hermandad con bandas del continente.
Cuando toda referencia cultural era foránea, Kraken, junto a grupos como Ángeles del Infierno, Arcángel, Rata Blanca y Renacer, Barón Rojo, etc, buscaron identidad propia y sonido nacional, con letras sociales, de muchas facetas, frente al poder dominante y alienante.
El abanico de posibilidades y estados anímicos de Kraken en la voz de Elkin para las nuevas generaciones luchadoras contra el capitalismo y públicos, es inmenso y riquísimo. Kraken es un grupo para muchos oídos y gustos, edades, generaciones (estoy pecando de optimista), de apertura universal e inclusiva, como debe ser el arte.
En Kraken hay mitología guerrera y literatura, poesía urbana y existencial, caracteres futuristas y surreales; sentido del amor y también cursilería para tusas; introspecciones individuales de corte humanista y motivacionales de resistencia al muro aplastante de la sociedad capitalista cuyo poder omnímodo busca reducir a los individuos y las masas a una nada sometida a un engranaje.
La identidad latinoamericana y personal, mucha construcción de subjetividad, tipos y contrastes psicológicos de hombres, es algo propio de vocalistas y psiques como la Elkin; el teatro, aproximación a lo político y la critica a lo establecido bajo otras formas, bajo el prisma del verso poético sonoro.
La madurez y disciplina, fortaleza de espíritu; aspectos capitales de la filosofía rock para gente corriente y antihéroes que somos la mayoría; letras subaltérnas y punkeras, como Residuo social; historias y narrativas en la que Todo Hombre (y Mujer) es Historia, una loa a la singularidad y la colectividad, de parte de Kraken.
Como señaló Jesús Martin Barbero y encuestas de consumo cultural de hogares del DANE, una porción minoritaria (aunque no tan ínfima) de colombianos escucha Rock, incluimos el Hip-Hop también, aunque ello no les exonere a muchos de escuchar también la música mayoritaria.
En su mayoría el pueblo trabajador y la clase obrera se deleita con otros gustos culturales, muchos más bailables, de entretención y compartir colectivo. Solo una franja masiva de la clase media urbana, también de algunos pocos sectores burgueses, más los muchos sectores medios de trabajadores y pobres de las zonas y barrios populares periféricos, lo escuchan.
Esa modesta audiencia, no sería tal, si Elkin Kraken no hubiera contribuido a popularizar y a democratizar la cultura rock. Algo que cada día aumenta su contagio de masas, al punto que Kraken era de las pocas bandas toleradas y valoradas por amplios públicos y sectores populares.
Muchos parientes, abuelos, padres, tíos, vecinos, corazones obreros, educados en la plancha y el vallenato, el reggaeton y la salsa, norteña y boleros, etc, con algunas buenas canciones también, como todo, sabían canciones hits como Lenguaje de mi piel y Vestido de cristal. También les habían visto en el popular programa de Jorge Barón, el Show de las estrellas, dándole la “patadita” de la buena suerte, a un género musical desventurado en la ingrata y reaccionaria Colombia.
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En mi caso conocí a Kraken aprox. en el 2005, como muchos, en la escuela, un pirata y grabadora de un amigo, de un álbum de oro (¿eso qué cifra equivale en Colombia?) en vivo de 2002 y otro de 1999. Una que otra canción en emisora 97.9 (como bien señaló Elkin, Kraken nunca sonó masivamente en radio, debido a los nichos comerciales soft y post-rock, también la filia extranjera de sus emisiones). También recuerdo que con amigos de barrio, Erick Hoyos y Felipe Bejarano, cantábamos a capela las canciones de Kraken en la calle y otras de punk, mientras montábamos los tres en una cicla monareta.
En 2012 (creo) adquirí original el Kraken Filarmónico (junto con el S&M de Metallica) con las firmas rutinarias de la banda. Fui siendo consciente de su grandeza cultural, una bandota trascendente que merece culto a su obra durante el transcurso de nuestras vidas. También para transmitir el aprecio a nuestros descendientes e hijos, y así sucesivamente, hasta el final de los días y antes de ello, hacia una sociedad nueva.
Más recientemente, en diciembre 2016, pude volver a corear dos de sus canciones, compartiendo y departiendo con Aníbal Romero (Mr. Floyd) y amigas, en un bar de Lourdes Chapinero, en Bogotá. Cosa común, pues todo el público deseaba su pronta recuperación y nos figurabamos a este, departiendo en un bar rock de la ciudad, de cualquier lugar recóndito del país. Más queda el sinsabor, de muchos, de nunca haber asistido a un concierto en vivo, de esta gran banda, con Elkin vivo.
Elkin Kraken, no cabe duda ni disputa, fue el padre del metal y rockero colombiano más icónico e importante del siglo XX (el ‘siglo corto’, según Hobsbwam). La historia de Elkin se confunde con la historia del Rock Nacional y Latino. Más exactamente, el fugaz segundo de los 60 a los 90 (‘época dorada’ del Rock).
Aquí arribó tardíamente y se desarrolló el género con muchísimas dificultades en el país, muchos retos y guijarros cargó a cuestas, contra viento y marea, de modo muy perseverante, terco e ininterrumpido, él mismo, con la fuerza y ayuda de cómplices (su banda, su familia y compañeras), amigos y sobre todo las masas que le acompañaron y le dieron un lugar visible en la historia cultural nacional y países vecinos. Los que alguna vez fueron a un concierto, compraron un disco pirata u original, lo escucharon por internet e injirieron vino y cebada, en los hogares y tertulias, la calle o en bares, con sus canciones, cantando a todo pulmón.
Queda la expectativa, de si continuará (bajo qué términos) o no la banda Kraken, y que harán su hijo Andrés Ramírez y los miembros restantes para honrar a Elkin y emprender nuevos proyectos. Nos referimos al guitarrista lider Andrés Leiva, el tecladista y compositor del Kraken VI, Ruben Gelves, el bajista Luis Ramírez, quienes estuvieron con él por más de 10 años y su aporte artístico y moral, fue también muy importante. Ellos también son Kraken.
Por supuesto hay muchas figuras de vieja escuela que han aportado a su modo al rock nacional: Jimmy Jazz (Jaime López G.P.), Mauricio Gómez, Oscar Roldán, Ever Morgue, Alex Oquendo, Jorge Mackenzie, Dilson Díaz, Andrea Echeverry y Héctor Buitrago, Oscar Orjuela, Juanes Ekhymosis, David Viola y Mónica, Vicky Castro, Jorge Fresquet, Ramiro Meneses, Mario Duarte y Andrés Cepeda Poligamia, Héctor y Daniel Mora Desarme, Andrés Durán, Álvaro González “El Profe”, Gustavo Arenas Dr. Rock, Pacho Cardona, El Tomate, Mauricio Bull Metal, Piolin y Carlos Mario, muchos NN valiosos y subalternos. No obstante, Elkin Ramírez Zapata, Kraken, fue la síntesis y máxima expresión de todo este proceso edificante y de vieja guardia.
Con lo anterior, no se dice que Elkin Kraken fuera un ‘anacrónico’ de centuria pasada. Para nada. Elkin Ramírez y su banda titánica lograron avanzar y mantenerse firme conectando dos espíritus culturales muy distintos, con un pie en uno y otro siglo. Siguió haciendo música en los primeros pinitos del nuevo milenio.
De ahí proezas como el rock sinfónico del Kraken Filarmónico[1] (2006) (en estudio y también en vivo, mucho mejor, con la Orquesta Filarmónica de Bogotá, en el Teatro León de Greiff, 146 músicos, parte de la urna distrital que se abrirá de nuevo en 100 años). Los Rock al Parque. Su DVD de treinta años de batalla musical, giras y…su último trabajo, el álbum Sobre esta tierra (2016) – Kraken VI, con un sonido potente, que vale que la gente lo adquiera y lo escuche.
Seguramente, como artista y persona, Elkin desearía vivir mucho más tiempo, ¿quién no? Para hacer más cosas y compartir más con sus seres queridos y seguidores. Pero también fue gratificante para él, poder tener el privilegio de cantar por última vez en una sala de estudio pese a su enfermedad degenerativa, realizar varios conciertos homenaje. En síntesis, como decimos en el argot popular: Elkin murió en su ley.
Cabe señalar que a millones de trabajadores y pobres, la muerte y el infortunio les llega muy antes, sin haber desarrollado su proyecto de vida o alguna creación. Pues este sistema de esclavitud asalariada, coarta a las grandes mayorías todas las potencialidades de los individuos y proyectos sociales. También ahoga la personalidad, es destructor de sueños, les roba el tiempo y los embrutece bajo el peso de la rutina y la explotación inmisericorde. Sólo una sociedad socialista, seremos eternamente libres, en ella se podrá realzar en dignidad la mayoría de miembros de la familia humana y parir muchos más artistas de la talla de un Elkin Kraken.
Kraken trascendió fronteras, si bien no en enormes proporciones y sólo a nivel de vanguardia, hacía varios países de América Latina, como dijo Adrian Barilari, voz argentina de Rata Blanca, Elkin fue un “ícono en Sudamérica”[2] (Chaín & Durán, 2017),
Los Kraken tuvieron la oportunidad de tocar en pocas ocasiones en el Norte y América Latina, fueron apreciados, aunque a decir verdad, es muy difícil que logre perdurar y calar con fuerza su música y más allá de la banda como tal, en el grueso de nuevas generaciones colombianas post-89, pese a muchos sectores sociales contagiados que vengan, en parte ello se debe al cambio de época y espíritu cultural diferente.
Todo ello, creemos, a menos que haya un giro cultural dado por una nueva política pública y producción artística. Un nuevo ascenso de movilizaciones de masas y una revolución social que ponga dique y sea una respuesta a la decadencia cultural reinante en el capitalismo (es apenas un perjuicio social pesimista e hipótesis a desarrollar y verificar como cierta o falsa).
Con Elkin Kraken y su vida del 62 al 2017, se recorren varias etapas del rock y se cierra su época dorada de una cultura anterior (el boom 80-90 del Elkin que lo hizo histórico, los nuevos aires y fusión 2000 – 2009, 2010 – 2016), pero también entraña a las generaciones que incorporaron a Kraken (1984 – 2017…) en sus vidas, vivencias personales y colectivas.
Tras el deceso de Elkin Kraken, queda en vista un terreno nuevo, desconocido, y el enigma de saber cuál será el o los rockeros críticos que engendrará el mar de contradicciones de la globalización capitalista del siglo XXI y las nuevas vanguardias que vendrán. Está claró que están muriendo grandes artistas y personalidades históricas que marcaron el convulsivo siglo pasado y su posguerra cuando existía el Bloque de países “socialistas” (en realidad Stalinistas, donde en su mayoría, se censuró la cultura rock y otras vanguardias), había una gran rebeldía mundial de masas y libertades democráticas y luchas en el mundo imperialista. La ausencia más fuerte será cuando le llegue su hora a Roger Waters de Pink Floyd y Evaristo Paramos de La Polla Records. Habrá que seguir adelante, sin olvidar la semilla y herencia.
Lo cierto es que Elkin Kraken, a imagen suya y lideranza en estos 33 años y junto al trabajo prodigioso colectivo de cerca de más de 40 músicos[3] que la integraron y coprodujeron riffs, solos, tiempos, arreglos sonoros, ideas, propuestas, conciertos, coristas y bailarinas, etc, en más de 78 canciones distintas de 8 álbumes de estudio y VI sagas entre hiladas con repertorios diferentes. Sin contar con los lives, recopilas, regrabaciones, tributos nacionales y extranjeros, video clips, fanedits.
Todo ello son un compendio de aporte modesto democrático a la Cultura Universal y Nacional, como dirían los españoletes Mägo de Oz: “al Rock Colombiano y Universal” (Autores, 2017), dentro del cual, el Latinoamericano (tan subvalorado) y hecho en Español es un contribuidor crucial.
El despreciable provincialismo paisa y rolo, de nuestras podridas e hipócritas élites capitalistas criollas y sus opinadores, un patrioterismo barato y veleidades, vaya estrechez mental, no están a la altura de captar el impacto cultural de Elkin Kraken y su proyecto artístico, que no se agota en el sello del Rock Nacional, del que fue su máximo precursor y leyenda, como bien tituló la banda a un disco en las postrimerías de 1999.
En efecto, Colombia merece un gran y formidable Museo Cultural de Música Popular, Autóctona y Rock, donde figure el aporte cultural de Elkin y los Kraken, un espacio de carácter público y democrático, de libre acceso y con plenas garantías a sus trabajadores. A la par del impulso de un arte progresivo e independiente, ligado al menos espiritualmente, al sentir del movimiento obrero y popular, sus luchas y emociones, y la defensa de las libertades democráticas más amplias, incluída la sagrada libertad artística, que no debe ser presa de censura e intromisión alguna. Ello, pese al lastre del reaccionarismo y pésima política neoliberal del Ministerio de Cultura, los empresarios de la cultura, IDEARTES y bandas funcionales al statu quo.
En el tránsito al cese del conflicto armado, necesitamos cambios en todas las esferas de la vida (incluida la cultural). En todo el orden social establecido. Mucha resistencia social (al Código de Policia, por ejemplo) y una revolución de trabajadores y el pueblo colombiano, pues como decía el bolchevique Vladimir Lenin: El que no cambia todo, no cambia nada.
Para ello, se precisa un partido político de los trabajadores de corte revolucionario, nacional e internacional, un proyecto colectivo de vida y de miles de voluntades individuales aportantes y sincronizadas, mucho más ambicioso que la mejor de las bandas de rock de cinco integrantes, no obstante, inspiradora en su arte para la lucha, como lo fue KRAKEN.
Para finalizar, si quisiéramos mirar apenas algunos puntos de diagnóstico contemporáneo de la crisis capitalista mundial, detonada en 2007 y que no cesa aún: el álbum Humana Deshumanización (2009) de Kraken, sería un vivo testimonio de la civilización actual. Sin opacar otras facetas emocionales y versátiles krakenianas de todo su repertorio musical de sus discos compactos, pues como diría el bolchevique León Trotsky: no sólo de política vive el hombre.
¡Escuchémosle y actuemos en consecuencia!
A 100 años del faro luminoso de la gran Revolución Socialista Rusa, en momentos sombríos y mareas de crisis de este barco caótico y sin rumbo llamado Civilización, los revolucionarios colombianos y latinos, jóvenes y trabajadores, reivindicamos a Elkin Ramírez y el gran poder musical Kraken, pues con ellos aprendimos cuán Humano es hacer revolución.
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Bibliografía
Abdahlah, R. (31 de Enero de 2017). Elkin Ramírez nunca fue un “Titán”. Obtenido de Blog: https://ricardoabdahllah.com/2017/01/31/elkin-ramirez-nunca-fue-un-titan/
Autores, V. (30 de Enero de 2017). Seguirás siendo canción amigo Elkin… Obtenido de magodeoz: http://www.magodeoz.com/seguiras-siendo-cancion-amigo-elkin/
Chaín, E., & Durán, R. (29 de Enero de 2017). Elkin, vestido de leyenda. Recuperado el 1 de Febrero de 2017, de Rolling Stone: http://www.rollingstone.com.co/principales/blog/elkin-vestido-de-leyenda
Wilson, P. (2013). Rock colombiano: 100 discos/50 años de Historia. Bogotá: Colombia. Editorial grupo Zeta.
Notas
[1] En Rock colombiano: 100 discos/50 años de historia (2013), comenta Pablito Wilson, periodista argentino radicado en Colombia, sobre el álbum Kraken Filarmónico:
No por haber sido la única agrupación del rock colombiano que se animó a (o que tuvo la posibilidad de) registrar un concierto orquestado tienen la victoria asegurada…Kraken no sólo ha tenido acceso a mejores herramientas, sino que ha incrementado de manera progresiva su capacidad de interpretación. La producción fonográfica que hace el reconocido ente cultural capitalino hace que suene imponente, mientras los arreglos corales le imprimen cierto aire trágico. De un nivel de presencia similar gozan también canciones como “América” o “Frágil al viento”…Este legendario “Titán” nacional se nutre y se reinventa de sus nuevos músicos y viceversa: “La Filarmónica era una institución bastante alejada y ajena a lo que pasaba en el rock y manejaba prejuicios [culturales] muy fuertes”, resume Héctor Mora de Radiónica. Buscando así una contextualización del hecho, que explique la inyección mediática que significó semejante trabajo [musical]…un tradicionalismo capaz de crear prejuicios ante situaciones que en otras partes serían normales (el amalgamiento de la mal llamada “música culta” con las guitarras eléctricas, en este caso)” (Wilson, 2013, págs. 101 – 102).
[3] Un libro pendiente para leer, difícil en estos tiempos de ahorcamiento tributario santista y deudas por doquier, es Kraken: 30 años de historia (2016), del periodista Rafael González, con material, datos autobiográficos e interpretaciones, testimonios brindados por el propio Elkin, la banda y testigos cercanos.

Elkin Ramírez: ¿De qué hablamos cuando hablamos de rock? (entrevista inédita)

Por Larry Mejía


…Porque la muerte, lo que suprime no es a los seres cercanos y que son nuestra vida misma.Lo que la muerte se lleva para siempre es su recuerdo, la imagen que se va borrando,diluyendo, hasta perderse, y es entonces cuando empezamos nosotros a morir también.
Álvaro Mutis

1

Cuando entrevisté a Elkin Ramírez, no sabía que iba a hacerlo, ocurrió de repente, como ocurren las cosas más brillantes, pero tenía meses escuchando de nuevo a ese hombre antioqueño que entró a mi casa en formato casete 15 años antes de la entrevista que pude hacerle y que aquí presentamos como homenaje a una voz, la cual fue y es una historia, la suya, la nuestra.

2

A Elkin lo había conocido en persona años atrás en Bogotá, a la salida de ese hotel donde Jorge Eliécer Gaitán citaba a sus reuniones, y que por entonces en el año 1998 había caído en la decadencia que sufrió el Centro de la capital colombiana, para ahora renacer entre cenizas hacia esa Bogotá que desconocemos. Esa tarde fuimos al Chorro de Quevedo, comimos helados e intercambiamos palabras y bisutería.
Los años pasaron debajo de los puentes de Bogotá y Medellín, Elkin logró un concierto sinfónico en el que nadie creyó (como él mismo me contó en otra ocasión), y yo seguí escuchando la música de Kraken aún hoy 15 años después, para constatar que sigo pensando y sintiendo lo mismo en mi particular intento por llevarle la contraria al mundo en que crecí y que nos apresura hacia el olvido.
De esta entrevista surgió una amistad madura y honesta, yo me olvidé que Elkin era el Titán y por la gracia de Charles Aznavour, Serrat y Justerine & Brooks, nos hicimos amigos y  surgió la idea de escribir una biografía de un hombre que en el crossroads con el diablo le compró el alma a la música sin vender la propia, para convertir sus canciones en himnos de una época de sobrevivientes.
Esta entrevista que publicamos, es apenas un primer acercamiento en la investigación sobre la vida de Elkin Ramírez, investigación por la cual pasaron personajes como Alex Oquendo, vocalista de Masacre y Carlos Mario Aguirre, director de El Águila Descalza, entre otros, quienes aportaron un perfil que se acervaba siempre con admiración y respecto al ícono que Fue Elkin Fernando. Que el libro no viera la luz por nuestras manos, no nos hace quitar el dedo del renglón de la admiración y cariño para un amigo, y un Titán.


3

Las frases que se usan frente a la partida de quienes amamos, se quedan siempre cortas de cara  al hecho de su desaparición, pues con ellos algo indeterminado de nosotros parte para siempre.  Existe en tanto la certeza de que mientras cantemos sus canciones, Elkin y su legado generoso continuará vivo en nosotros y será inmortal herencia para los que vienen. 

LM: Todo hombre es una historia y Kraken es la tuya, pero yendo un tiempo atrás, a la Medellín de los años ochenta cuéntanos ¿qué hacías, quién eras?

ER: Yo nací en el barrio Belén, un barrio inmenso. Mi infancia transcurrió allí, con amigos de entonces, jugando balón, montando bicicleta, haciendo todas esas actividades que antes se podían realizar sin problema, en una ciudad donde había lotes baldíos alrededor y uno los asumía como propios. Ahí los esparcimientos eran muy sanos, muy tranquilos. Me acompañaba siempre de unos quince amigos de mi edad. Fui creciendo y, posteriormente, recorrí la cuidad por muchos barrios, uno de ellos El Salvador, que tuvo gran importancia en el desarrollo de Elkin Ramírez y su búsqueda de una identidad rockera. También el barrio Buenos Aires, Manrique y el Centro de la ciudad.

LM: ¿De Buenos Aires y Manrique es que te viene el gusto por el tango?

ER: El tango viene por el lado de mi padre, con él aun visitamos un bar que queda en Bomboná, que debe tener unos treinta o cuarenta años de historia y se llama Homero Manzi. La cercanía mía con el tango fue desde muy temprana edad porque mi padre ha sido siempre un amante de esta expresión artística que, creo, es de las pocas que identifican a Latinoamérica en el mundo.

LM: Empezaste a leer gracias a tu papá. ¿Qué libros te pasaba, qué libros leía él?

ER: No, él no me prestaba los libros, sino que yo —por llamarlo de alguna manera—, me apoderaba de ellos. Él colecciona libros, pero no como papeles, con portadas y contenidos que él desconoce, sino todo lo contrario. Él ha sido muy amante de la literatura, y pues uno niño es muy curioso, y ver esa cantidad de libros —y no los que uno llevaba al colegio, sino otro tipo de literatura—, me abrieron camino a encontrarme con Jean-Paul Sartre, con Giovanni Papini, con Rousseau, con Voltaire, con esa clase de literatura que para uno, cuando está pequeño, genera una revolución mental interesante. Él me acostumbró a estar cerca a los libros, que me parecen una excelente opción para sentirse acompañado. Una cosa es leer y otra distinta es vivir la lectura.

LM: ¿Cómo surgió el primer concierto, en dónde se hizo? ¿Cómo empieza la vida en la carretera de Kraken?

ER: Recuerdo que el primer concierto fuera de Medellín se hizo en la ciudad de Pereira, hice unos contactos con personas que manejaban en aquella época otras agrupaciones —Kaoz, de Cali, y Oxmosis de Armenia— y me fui, con una mochila, para Armenia, donde estaba el manager de Oxmosis, que se convirtió luego en un amigo de la vida, como un hermano. El concierto se hizo en el Coliseo Menor de Pereira cuando estábamos apenas lanzando el primer sencillo: Todo hombre es una historia y Muere libre. Esto fue en el año 1986. Recuerdo que hubo una crisis sanitaria porque se rompió la tubería del acueducto principal que alimentaba la ciudad, y todos los eventos fueron cancelados. Nos comprometimos con la Alcaldía a que el evento se hacía si limpiábamos el Coliseo y la estrategia fue utilizar el agua del Parque El Lago de Pereira. Conseguimos unas canecas grandes, contratamos una zorra, un caballito con una carreta, montamos las canecas llenas de agua. El escenario no llegó, llegó únicamente el sonido, tocamos con las luces encendidas del Coliseo, frente a unas dos mil personas aproximadamente. Con el mismo overol que trabajé todo el día, canté y me bajé a limpiar los baños mientras que Oxmosis y Kaoz hacían su concierto. Ese era el compromiso que había que cumplir para poder darle continuidad al evento. Se terminó el concierto y mis compañeros de banda se fueron para el hotel. Hubo un problema con un dinero y había que pagarles a los músicos de la banda, con los que en aquella época fundé Kraken, eran 40.000 pesos, diez mil por músico y tuve que quedarme en Pereira casi quince días hasta que me tocó devolverme en autostop para Medellín. Y esa fue la salida de Kraken, le dio un respiro a la banda y nos dimos cuenta que la agrupación estaba logrando objetivos muy importantes, que se estaban dando de manera progresiva, y era ser escuchados en otras ciudades y tener público que estaba esperando la banda en lugares aledaños a Medellín, en el Eje Cafetero, que era relativamente lo más cercano.


LM: ¿Cómo afectó el periodo de narcotráfico y violencia de la época a la banda?

ER: Esa época fue dura. Inclusive, los mismos músicos, muchos de ellos, creyeron que ser rockero, metalero o punkero era generar o propiciar una guerra contra los que no interpretaban la misma tendencia musical. Se generó una batalla, una guerra, por el problema del sicariato y la droga que todos vivíamos en las calles. De ahí nacieron canciones de Kraken como Fugitivo, que es una canción del primer álbum que habla acerca de la vida de un sicario. Esto afectó muchísimo porque la ciudad se empezó a dividir por el miedo que todos sentíamos, miedo de saber que si salíamos de casa no teníamos la seguridad de volver, de ser apuñaleados por alguien que no estaba de acuerdo con la música que hacías o la manera como la expresabas o como te vestías. Apareció, en la jerga de aquella época, una palabra —que se utilizaba muchísimo—, con la que se tildaba a las personas que no estaban de acuerdo con el metal o el punk y se les llamaba “casposos”. Para muchos de los individuos del común los casposos éramos el 99% de la ciudad. Fue una época difícil pero que se superó gracias al esfuerzo sumado de proyectos culturales, no solo a nivel musical. El teatro hizo parte integral manifestando su inconformidad con una violencia que realmente no le pertenecía a la ciudad como tal, sino que había sido casi importada por el capricho de los personajes que ya conocemos. En el cine, y me acuerdo muy bien, el señor y maestro Víctor Gaviria, hizo su gran aporte con una película donde incluyó las bandas de metal y de punk del momento. Y también la música contestataria que reaparece a mediados de los ochentas, nuevamente se escucha a Silvio Rodríguez, Facundo Cabral, Joan Manuel Serrat, expresando la necesidad de respirar y vivir otras cosas totalmente diferentes a la violencia. Se vivió, y afortunadamente se superó y quedó una canción importante: Fugitivo.

LM: Hay también algunas otras bandas catalogadas como sobrevivientes del conflicto. ¿Escuchas a las bandas pesadas de la época violenta de Medellín? ¿A Masacre, a La Pestilencia, por ejemplo?

ER: Tengo unas anécdotas muy gratas, vividas después de ese gran conflicto del que hablé, en el cual hicieron creer que éramos enemigos, que Dilson y yo éramos enemigos, que Alex Oquendo tenía algo contra Kraken o viceversa. Nos fuimos encontrando con los años y compartimos, nos dimos un abrazo fraterno y nos dimos cuenta de que sí hemos sido sobrevivientes pero con argumento, con criterio, con carácter, con una actitud muy diferente a muchos otros que se quedaron, yo creo, en el cuarto oscuro donde guardan muchos seres humanos el resentimiento y, más allá de quedarnos ahí, fuimos capaces de superarnos. Lo hicimos a través del rock & roll. Si no hubiésemos utilizado la herramienta del rock and roll no nos hubiéramos dado la oportunidad de ser lo que somos ahora.
Yo sí escucho Masacre, no es una banda que escuche todos los días pero los he escuchado. Hay que hacerlo, por cultura, por respeto, por información, por investigación, etc., como quiera tomarse. De hecho, me di el placer de invitar a Alex Oquendo, una vez en Medellín, a un concierto para que interpretara Todo hombre es una historia y, al terminar su intervención, me dice: Te agradezco mucho por esto: porque a más de uno le has callado la boca. Por más que han intentado hacernos creer que somos enemigos, en este momento hemos demostrado que somos uno solo, que somos amigos. Y él me dice: vos sos el culpable, vos me metiste en esto y te respeto y admiro, y te llevo siempre muy presente. Yo le tengo un gran aprecio también. Igualmente Dilson, con él siempre que nos vemos ahí está el abrazo, el respeto y el corazón, como la casa, de puertas abiertas. En cualquier momento puede pasar algo y uno no sabe realmente a quién puede necesitar o quién lo puede necesitar a uno. Y estamos siempre dispuestos en cualquier momento, estamos disponibles para seguir siendo amigos del rock and roll y, a través del mismo, hermanos.
Entonces ha sido una necesidad informarme escuchando música de La Pestilencia, de Masacre, de IRA, Juanita Dientes Verdes, de todos los que pasan por el rock nacional porque creo que es interesante escuchar cada propuesta o la molestia, como dicen muchos, porque así es como me abordan: mire, quiero que se tome la molestia de escuchar mi álbum. Tuve la oportunidad de compilar, en alguna ocasión, setenta u ochenta discos compactos y se los regalé a un gran amigo, diciéndole: mira, quiero que te documentes con estos álbumes de rock nacional, porque hay de todo. Y él me preguntó: ¿Usted ya los escuchó? Claro, le dije, ¡hay que hacer la tarea!
Me gusta mucho el carácter de algunas bandas para proyectar lo que son, no solamente a nivel de texto, de contenido, sino a nivel musical. Son coherentes, están convencidos de lo que hacen y por eso mucha gente los quiere y los admira.

Una cosa es leer y otra distinta es vivir la lectura.
Con el mismo overol que trabajé todo el día, canté y me bajé a limpiar los baños mientras que Oxmosis y Kaoz hacían su concierto
Y estamos siempre dispuestos en cualquier momento, estamos disponibles para seguir siendo amigos del rock and roll y, a través del mismo, hermanos.
el latinoamericano no se conoce, le da miedo identificarse con sus raíces
Lenguaje de mi piel —que es una canción contestataria, no es una canción de amor
Yo creo que tampoco está en los proyectos del “señor Juanes” invitar a Elkin Ramírez a cantar con él. Si la invitación le ha nacido supongo que no lo ha hecho porque sabe que hay un rotundo no
Considero que ninguna religión le ha aportado absolutamente nada al crecimiento ni al fortalecimiento de la humanidad en toda su historia. 

LM: Cambiando un poco el tema, permíteme abordar un poco el disco Piel de Cobre. Las letras en éste demuestran un viaje espiritual e interior. Cuéntanos un poco al respecto.

ER: Resulta que el álbum anterior, Kraken III, de 1990, contó con músicos con los que yo ya había trabajado pero que no eran los fundadores, solo quedaba conmigo Jorge Atehortúa, el bajista,  los dos encabezando el proyecto y sentí la necesidad de más que hacer un álbum, hacer un proyecto para una puesta en escena y que de una u otra manera con el tiempo, le hablara a Latinoamérica y le contara cuál era la intención real de Kraken. Esto no fue nada inventado pues en el primer álbum hay un tema llamado Nada ha cambiado aun, posteriormente reforzado con Hijos del Sur, en el Kraken III. Me vi entonces en la necesidad de encerrarme a estudiar, a investigar. Todos hablaban de los quinientos años del descubrimiento de América, pero para mí hay muchos vacíos ahí, grandes vacíos porque realmente el latinoamericano no se conoce, le da miedo identificarse con sus raíces y, por eso me puse a leer, a aprender a hablar un poquito de nahualt, de quiché, de quechua, para poder incluir estos dialectos en las letras pero contando parte de esa historia sociocultural tan importante de nuestros ancestros y lo que fueron. El álbum no fue entendido y creo que ha sido olvidado por mucha gente pero, quienes conocen la trayectoria de Kraken, entienden a través de Kraken IV muchas cosas. Estábamos muy encerrados nosotros mismos por el concepto del heavy metal y, desafortunadamente, ese concepto en nuestro país siempre es sinónimo de destrucción, de satanismo y de una cantidad de prejuicios. Le quise dar esa connotación especial, por eso el sonido del álbum, su contenido y la puesta en escena llamada La Obra, que se presentó en el Teatro Metropolitano de la ciudad de Medellín, cautivó y llenó las expectativas de muchas personas.
Me metí tanto en el cuento que la gente empezó a especular y a hablar diciendo que Kraken ya no existía, que se había disuelto y, debido a esto, en la canción Lenguaje de mi piel —que es una canción contestataria, no es una canción de amor—, después de tres años de ausencia para un álbum de Kraken, aparece Kraken IV, con una primera estrofa que dice: Mentiras mi voz aún no ha muerto, sólo he tomado un nuevo aliento. Con esto le quise decir a la gente: dedíquense más a construir que ha destruir. La canción logró ser número uno de muchas emisoras, a nivel Latinoamérica, en el World Chart de California, estuvo como siete semanas en los primeros lugares, y entre ellos estaban los íconos del pop de aquella época y nosotros nos preguntábamos ¿qué hace una banda de supuestamente heavy metal, encabezando las listas del pop latino?
No es que uno le apunte a eso pero así funciona. Es una manera de complementar esta historia y compartirles hasta dónde puede llegar algo hecho con el corazón y con la convicción que requiere uno cuando se compromete a ser artista y a generar nuevas propuestas. Me tocó leer mucho, leí libros maravillosos, aprendí mucho de mis antepasados, de esos seres mesoamericanos pero me dediqué más a los Incas, a los Mayas y a los Aztecas, o sea, a los que ahora es México. Eso es toda una historia y contarlo en este momento es muy difícil y no soy historiador. Luego, bajar a las tierras de los Cachimiles, a los Mayas, a Yucatán, ahí me encuentro con todas esas maravillas arqueológicas, a los vestigios legados para Latinoamérica y olvidados, lastimosamente. Bajando por Centroamérica me encuentro pronto con mi país, donde están los Chibchas o los Muiscas, los Muiscas eran como los organizados, los inteligentes, los nobles. Noté de dónde vienen realmente los Chibchas o los Muiscas y me di cuenta que son herederos del antiguo imperio del Chanchán que, posteriormente, se transforma en Lurín y da como resultado el imperio Inca. Y todo esto lo hice a través de la investigación, entonces me acostaba pensando en las pirámides de Teotihuacán, me levantaba rodeado de libros, quería investigar más y más pero debía sintetizar y, después de todo esto, sale el álbum llamado Kraken IV Piel de Cobre. Y piel de cobre define el color de la piel de nuestros padres mesoamericanos. Recuerdo que cuando estaba pequeño, encendía la televisión y veía las películas del oeste y gritaban: ahí vienen los pieles rojas, ahí vienen los pieles rojas, y ahí entendí por qué les decían así, porque su piel era de color cobrizo, rojizo. Precisamente se llama Kraken IV Piel de Cobre porque es un homenaje a las etnias más representativas y que están olvidadas por muchos de nosotros.

Lip Sync es abreviatura por Lip Synchronization, que es la técnica de mover los labios imitando la acción de hablar o cantar simultáneamente con una grabación. Como tal, ya ha dejado de ser meramente jerga de la industria del espectáculo y es aceptado y conocido entre la población general desde tiempo atrás por ser tan usado en los programas de televisión y a veces en los mismos conciertos de artistas (Milli Vanilli siendo entre los más famosos y vilificados por abusar de la técnica).

LM: ¿Alguna vez has pensado cantar en inglés? ¿Nunca te ha llamado la atención hacer un cover?

ER: Te cuento algo: con Kraken interpretamos 172 covers en inglés, son muchos, pero en muy pocas canciones encontré un contenido con el cual me identificara. Temas por ejemplo de Ronnie James Dio, de Ozzy Osbourne, de Van Halen, de Led Zeppelin, de Deep Purple, Rolling Stones, Def Leppard, Judas Priest, Scorpions, Metallica, Iron Maiden, Vendetta… y otras que ya ni me acuerdo. Sigo considerando que, como escuela, la música contemporánea —hablando específicamente de rock—, es europea. A las bandas gringas las respeto pero considero que la escuela está en Europa, tal vez por afinidad porque al mirar para Estados Unidos uno encuentra una exploración más hacia la tecnología, del show, del montaje pero de contar la historia real, como un ser de cierta parte del mundo a través del rock and roll, solamente lo hacen los ingleses. En su especialidad, digo, hablando del hard rock. Ya si hablamos de metal pues la península escandinava. Y no conozco ninguna banda latinoamericana que proyecte esa fuerza de una banda de metal como lo hacen los escandinavos, respetando, claro está, a bandas como Sepultura.
Entonces para uno hacer un proyecto de vida a partir del arte, tiene que ubicarse. Es algo que encontré a través de los años y lo de la identidad es muy importante. Soy un ser latinoamericano, me hablan en español, no en inglés, siento, pienso y hablo en español y no en inglés, toda la gente que me rodea lo hace en ese idioma —que ni siquiera es español, es castellano—, pero es el idioma cotidiano. Inclusive cuando alguien sueña, al menos en mis sueños nadie me habla en inglés, sino en castellano, y es el vehículo que tengo a la mano para poder transmitir mis emociones, mis sentimientos, mi percepción de la realidad. Creo también que mi compromiso es inicialmente con mi país y con Latinoamérica. Ya los gringos tienen sus íconos, ya los europeos tienen sus íconos pero Latinoamérica está escasa de líderes, y las herramientas que me da el arte, en este caso la música, las utilizo no en busca de ser un líder, sino propiciando un espacio donde yo me haga entender, entienda a los demás y pueda transitar tranquilo en este medio tan difícil, porque no es sencillo hacer arte en Latinoamérica y menos a través del rock and roll.

LM: En los últimos años hemos visto cómo la tecnología ha desplazado al feeling. ¿Qué opinión te merece esta afectación mediática?

ER: Para mí el rock and roll siempre ha estado apostándole a la tecnología. Por ejemplo, las guitarras del rock en su mayoría son eléctricas pero han tenido una evolución, y no la ha hecho una persona que hace política o que tiene una empresa equis, aparte de la música. Les Paul era músico y se dedicó a perfeccionar su guitarra y así ha sido con muchas marcas, siempre queriendo perfeccionar o mejorar su sonido, y quien lo prueba y lo hace es el músico, es él quien exige.
Una cosa es el sentimiento y otra la dependencia de la tecnología, lo importante es cómo utilice uno lo que tiene a la mano. No es lo mismo armar una maqueta con la programación de una batería, un bajo o una guitarra y creer —o hacerle creer a los demás— que eso tiene sentimiento a sentir la música en realidad. La interpretación, el feeling, ese complemento que hace el ser humano cuando entiende que el instrumento es una extensión de su cuerpo y de su ser, es esencial, no solo para el rock and roll, sino para cada manifestación artística. También ha hecho daño porque muchas personas hacen producciones artificiales y así se excluye a muchos talentos, a muchas personas que en serio se han dedicado a investigar, a estudiar y a prepararse como músicos y, con esto, les están cerrando las puertas. Hay conmigo muchos otros que entendemos que las herramientas están ahí para hacer un arquetipo que se le entrega al músico para que éste le inyecte su pasión, su capacidad y virtuosismo. El arte no puede ser sustituido por una máquina jamás. No habría ningún sentido para continuar creando. No se puede pretender que una máquina actúe, piense y se encargue de una manifestación tan sublime como el arte. El arte es lo único que transforma la realidad del ser humano, no es la política, no es la religión. Los tennis que uno tiene puestos los diseñó un artista, las medias, los interiores, la correa, el blue jean, la chaqueta, la camiseta, el anillo, el reloj, todo está hecho por un artista, no por un magnate de la industria. Entonces hay que saber diferenciar eso; la tecnología es una herramienta para aprovechar pero no debe usarse como una fachada para hacerle creer al mundo que puede ser suplantado el ser humano, el ser creativo, por una máquina que evidentemente ni piensa ni siente.

LM:¿Cómo llegan a tocar a El Show de las Estrellas?

ER: Aparecimos en El Show de las Estrellas varias veces. En aquella época era un gran logro. Nosotros firmamos los primeros cuatro álbumes con sellos fonográficos, de ellos solo sobrevive Codiscos con quien se grabaron Kraken I y Kraken II. Era la gran industria de la música acaparada por ellos. Nunca reconocían las regalías, nunca hicieron nada por el artista como tal, pero como ellos creían que lo que uno estaba buscando era la fama y el protagonismo entonces jugaban a hacer promoción a los artistas. Los canales de televisión con algunos programas tenían montado su negocio, para poder vender los LP’s y casetes del momento había que promocionarlos. Algunos lo entendieron en su momento, como El Show de Jimmy, Jorge Barón. Pero llegar ahí era una plataforma importante, además que uno era casi un niño todavía y lo que uno quería era tocar, montarse en un escenario, salir por televisión, que la gente se diera cuenta de lo que uno estaba haciendo. Llegamos gracias a Codiscos, que tenía el vínculo directo con el show de Jorge Barón. También estuvimos en El show de Jimmy pero lo que nosotros desconocíamos es que era un negocio entre ellos y que a uno no le tocaba un peso. Precisamente hace poco me di cuenta de algo: cuando yo llegaba de presentarme, por el barrio me preguntaban, ¿cuánto te pagaron? – No, no, no, eso no lo pagan, eso es promoción. – Ah, nosotros pensamos que le pagaban, me decían, y la verdad era que sí pagaban pero era un negocio entre ellos, el show que fuera le pagaba a Codiscos pero el artista no recibía nada, simplemente porque se estaba haciendo “promoción”.

LM: ¿Qué hay de cierto con lo del Play back obligatorio?


ER: Sí, eso era otra cosa. La primera vez que llegamos con el Kraken I, nos dijeron “lleven tres canciones”, y ensayamos como si fuéramos para el concierto más importante de nuestras vidas y, me acuerdo muy bien que, cuando llegamos, dijimos: ¿y dónde están los amplificadores? – No, esto no va por amplificadores, esto va por play back. – Y yo pregunto: ¿Play back? ¿Y qué es eso? Entonces Jorge Atehortúa, me dice: Es mímica, lip sync*. Y así fue. Ya cuando fuimos las otras veces a mostrar los otros discos, ya sabíamos cómo era el asunto y después, la gente nos decía: tocaron muy bien, sonó igualito al disco, unos verracos. Entonces yo les decía —ya que conocía la palabra—, están equivocados, eso es puro “play back”. Y por dentro pensaba: ya sé decir bien “paly back” y sé qué significa. (Risas).
Y era mejor contarlo de una vez porque se iba a saber en algún momento y es muy molesto cuando le dicen a uno, lo que usted hace no es tan real o no es tan honesto ¿por qué no nos dijo la verdad? Pero como eso hacía parte de la industria de la música pues le tocaba a uno estar ahí bajo esas condiciones para poder promocionar y seguir adelante, además que hace 25 años, cuando fue esta experiencia, pues era muy diferente. Ahora hay redes sociales y nuevas maneras de promoción pero en ese entonces era “o lo toma, o lo deja”, y dejarlo era estancarse, no surgir.

LM: Hay colaboraciones míticas en el rock, por citar alguna, cuando el vocalista de Judas Priest toca con Black Sabbath porque Dio los deja metidos, o está Ozzy tocando con Coal Chamber y con medio mundo, entre otros. Es agradable cuando esas colaboraciones son por el rock, por fortalecerlo y cuando son en pro de fusionar lenguajes. Pero cuando es en busca de dinero como en el caso de lo que está haciendo ahora Juan Esteban Aristizabal, se siente una traición al rock. ¿Qué opinas de lo que éste personaje está haciendo, del abandono a sus raíces?, y, más allá ¿cantarías alguna vez con Juan Esteban?

ER: No, nunca. Yo creo que tampoco está en los proyectos del “señor Juanes” invitar a Elkin Ramírez a cantar con él. Si la invitación le ha nacido supongo que no lo ha hecho porque sabe que hay un rotundo no, respetando su trabajo, su trayectoria. A mí me gusta de Juanes que le vaya bien y ojalá le siga yendo mejor. Pero yo nunca le he creído, ni siquiera cuando era cantante de Ekhymosis, nunca le creeré, no creo que sea un artista, más bien es una persona con unos problemas graves, como lo es la autoestima. Y él toma sus propias decisiones y hay que respetarlas pero de rockero yo creo que nunca ha tenido ni tendrá, y no creo que haga parte integral del movimiento latinoamericano por más que lo presenten como el rockero Juanes. Le deseo siempre lo mejor pero no siento afinidad con lo que él representa ni con lo que hace.

LM: Si tuvieras que elegir entre política y religión ¿por cuál te inclinarías?

ER: Es que la religión no existe. Las religiones todas son mitologías y al hombre le gusta el mito. Es interesante el mito porque hace parte de la historia del hombre y de su necesidad de buscar una identidad espiritual para tener algo a lo cual hacer responsable de lo que desconoce o de lo que no quiere reconocer. A mí las religiones nunca me han gustado ni me gustarán. A la política no le creo pero pienso que se puede hacer un poco más con ésta, si se toma la decisión de transformar a quienes la lideran porque si dejamos el mundo en manos de un travestido creo que nos iría muy mal. ¡Yo me imagino una rumba en el vaticano; no es si no llevarlos a la capilla Sixtina, que todos se coloquen sus tocados, sus maxifaldas, sus sobreros, y les ponemos un flash allá encima y música no sé de cuál pero seguramente no sale de ahí nada interesante! Considero que ninguna religión le ha aportado absolutamente nada al crecimiento ni al fortalecimiento de la humanidad en toda su historia; por el contrario, solo sumisión, oscurantismo, perversión, prostitución, degeneración… es lo peor. Si el mundo en alguna ocasión vuelve a tener líderes políticos, sería desde ahí más fácil buscar soluciones a todos los problemas que hay actualmente, entonces sí, tal vez, me iría por la política.

LM: Elkin, ¿hay alguna pregunta que siempre has querido que te hagan y nunca te han hecho?

ER: Jajaja, claro. ¿Quién es Elkin Ramírez? Nunca me la han hecho… y es una buena pregunta.

LM: ¿Y es fácil de contestar?

ER: Nooo, jajaja. Pero se puede sintetizar: es una persona que hace, está convencido de lo que hace pero que, aun no sabiendo quién es, sabe que esa es la fórmula para encontrarse a sí mismo. Eso es Elkin Ramírez; una búsqueda de su propio ser. Y lo hace a través de la música, del rock and roll y de la vida que se permite vivir.




FOTOS:Ernesto Cortés y costesía de Alex Ortíz

Elkin, vestido de leyenda


Nos acercamos a la leyenda del Titán a través de su testimonio y el de algunas personas que han acompañado sus batallas. Todo hombre, y especialmente él, es una historia
<p><b>FOTOGRAFÍA POR RAFAEL PIÑEROS</b></p>
FOTOGRAFÍA POR RAFAEL PIÑEROS

Kraken venía pasando por un momento estelar, convocando por todo el país una cantidad de público que muchos artistas pop envidiarían, y preparaba además un nuevo lanzamiento. Sin embargo, las primeras señales claras de que algo no iba bien llegaron en la noche del sábado 20 de junio de 2015, con un Royal Center (en Bogotá) absolutamente lleno para la última presentación en la gira de su trigésimo aniversario. Avanzado el concierto, Elkin empezó a sentirse especialmente débil. De todos modos, nadie en el público sospechó algo fuera de lo normal, y Kraken triunfó luego de casi tres horas de música; tantos años de canciones y de lucha no podían conmemorarse con ligereza.
Él ya venía con algunos síntomas, pero pensábamos que eran musculares”, recuerda el teclista Rubén Gelvez. “Ese día en el camerino tuvimos un incidente porque se fue a levantar y no le dio la pierna, nosotros le dijimos: ‘Jefe, ¿qué hacemos? ¿Llamamos una ambulancia?’. Él nos dijo: ‘No, tranquilos, esa es una cosa ahí, que me duele’, se sobó un ratico y ya, con la adrenalina del concierto la cosa marchó”.
El cantante viajó en la semana siguiente a su natal Medellín, donde los mareos, las dificultades de movimiento y otros síntomas persistieron. Allí un médico general arrojó como primer diagnóstico una “posible artritis”. Pero una segunda consulta y un TAC (Tomografía Axial Computarizada) señalaron que las fallas motrices eran el resultado de una seria complicación neurológica relacionada con la aparición de un tumor.
Se programó una cirugía para el 14 de julio, y Ramírez escribiría en su sitio oficial: “Por inconvenientes de salud debo postergar los compromisos artísticos programados para el próximo mes de agosto. Espero recuperarme pronto para continuar con los proyectos propuestos al lado de mi excelente equipo de trabajo y de todos ustedes fieles seguidores de la agrupación. Les ofrezco disculpas y agradezco su comprensión”. Nadie lo vio venir, pero todos manifestaron su apoyo tan pronto se conocieron las noticias. Se organizaron donaciones masivas de sangre a su nombre y las muestras de aprecio llegaron de todas partes.
Estos acontecimientos sucedieron con un nuevo álbum en proceso de finalización: solo quedaba una canción sin voces grabadas. Elkin dejó saber que VI era una posibilidad inminente para el título, al tratarse de una colección de canciones que guardaba vínculos musicales y conceptuales con la primera saga de discos de la banda. “La idea que motivó el álbum fue volver a la intención de sonido de Kraken I, II y III”, explica Rubén, compositor y coproductor del álbum junto a Ramírez. Finalmente, Kraken VI: sobre esta tierra fue el nombre escogido.

Mientras Gélvez y el resto de la alineación 2015 de Kraken —Luis Ramirez (bajo), Andrés Leiva (guitarra líder), Ricardo Wolff (guitarra rítmica) y Julián Puerto (batería)— seguían trabajando desde un estudio del norte de Bogotá, Ramírez completaba satisfactoriamente una primera fase de tratamiento y recuperación.
Con la preproducción adelantada, llegó un momento en el que la situación médica del vocalista aparentemente obligaría a dejar el disco con las voces de las maquetas como definitivas. Sin embargo, en marzo de 2016 se acondicionó un estudio en una finca cercana a Medellín para grabar finalmente las voces que podemos escuchar hoy en el álbum.
Después fue necesaria una nueva intervención quirúrgica, y Elkin continuó en sesiones de quimioterapia, mientras la banda —con su autorización— trabajaba en la promoción del nuevo disco y los médicos entregaban partes esperanzadores.
A finales de 2016 Kraken VI: sobre esta tierra empezó a circular, generando un consenso entre la crítica y los seguidores por tratarse de un trabajo sobresaliente —más allá de las circunstancias en que fue producido— en el marco de la discografía de Kraken.
En diciembre casi todos los conteos que reseñaron los grandes discos nacionales de 2016 incluyeron a Kraken, pero el año terminaría con la dolorosa noticia de una recaída el 24 del último mes. El miércoles 28, la banda anunció en su página de Facebook: “Nuestro titán Elkin Ramírez fue dado de alta el día de hoy y se encuentra de muy buen ánimo en su casa, rodeado de su familia. Gracias a todos por los mensajes de apoyo. #FuerzaTitán”. Todos los medios estuvieron atentos, enviando las mejores energías. Hoy el país sigue pendiente, esperando por una nueva oportunidad para ver a la leyenda sobre el escenario.
El jueves 26 de marzo de 2015, alrededor de las tres de la tarde, Elkin llegó a Ácido Bar —en el norte de Bogotá— para atender a Rolling Stone como parte de la promoción del concierto de los 30 años. Respetuoso, y mostrando el profesionalismo de siempre, el cantante respondió a la siguiente entrevista, que por momentos parece una premonición, o la declaración de principios de un hombre que ha logrado muchas cosas que casi nadie ha conseguido en nuestro país: vivir del rock sin faltar a sus convicciones, sostener un proyecto serio a lo largo de tres décadas, alcanzar el respeto de todo el mundo, hacer sonar sus canciones en emisoras de baladas y bares de metal, inspirar a varias generaciones y construir a pulso una verdadera leyenda.
¿En qué momento entendió Elkin que este era el camino, que esta iba a ser su vida?
Yo creo que desde muy pequeño me identifiqué de manera muy rápida con las expresiones artísticas. Creo que la decisión tuvo que ver no con mi parte religiosa —porque no profeso ninguna religión, nunca ha sido de mi interés—, pero sí con mi parte espiritual; son dos cosas muy diferentes. Yo creo que el hombre que escoge el camino que tiene en el corazón, se encuentra con más facilidad consigo mismo y realiza a gusto lo que eligió ser.
Esto viene desde muy pequeño, cuando me identifiqué con expresiones artísticas como la pintura, la literatura, la escultura, la música… Y cuando lo elegí tuvo que ver con el momento en el que entendí que no pensaba ni sentía de la forma convencional; no era lo que estaba planteado para mis amigos del barrio ni dentro de mi hogar.
Le tenemos como miedo a liberarnos, a pensar diferente, a escucharnos a nosotros mismos porque, según la religión, en todo eso el que te está hablando es Satanás o el demonio que tienes dentro. Yo creo que el hombre debe aprender a escucharse a sí mismo, y desde muy joven practico esa habilidad que todos tenemos.
Cuando uno se habla a sí mismo y se escucha, puede tomar más fácilmente decisiones propias y asumir los errores que van de la mano; el aprendizaje no siempre es acertar, es arriesgar y aprender en la medida en que uno se va equivocando y corrigiendo.
¿Nunca contempló otra cosa que no fueran las artes?
No. En el mundo hay muchas opciones, y muy dignas: hacer pan, que es un arte, o ser zapatero… Pero si no hubiese sido el cantante que soy actualmente, posiblemente estaría todavía pegándole martillazos y dándole con un cincel a una piedra. O encerrado escribiendo o dibujando, y viviendo de alguna de esas expresiones artísticas.
En un país como Colombia, Kraken es una anomalía [Elkin sonríe al escuchar eso]. ¿De dónde sale la fuerza para aguantar tanto durante 30 años de esto?
Para mí todo tiene una razón de ser en el caminar del ser humano. Muchas veces tenemos los ojos de la conciencia mirando en otra dirección…
Yo tengo que agradecerle mucho a mi familia, aunque en ningún momento me obsequiaron un micrófono ni un cable, ni han pagado un ensayo. Creo que ese apoyo incondicional, y ese respeto por las decisiones que he tomado en mi vida, han sido importantísimos.
Hay personas que tienen excelentes aptitudes para desarrollar un proyecto como arquitectos, músicos o ingenieros, pero no reciben el espaldarazo de su familia, y esto genera un gran vacío, un distanciamiento que debilita a muchos seres humanos…
Inicialmente tengo mucho que agradecerles a mi familia y a los músicos con los que he compartido el proyecto —que han sido muchos en las diferentes etapas—, de quienes he aprendido día a día a asumir ese riesgo que tiene que ver no solo con cantar, sino con liderar un proyecto que de alguna forma puede ser el hazmerreír de muchos, pero también el espejo donde muchísimos se pueden mirar…
Creo que cuando uno hace algo sin esperar nada a cambio, sin dejarse enajenar por la cotidianidad de lo banal y lo inmediatista, como que trabaja más tranquilo porque esas expectativas no pertenecen a su realidad.
Después de la muerte muchos se convierten en famosos y reconocidos, y esas personas nunca esperaron serlo, lo más importante era el aporte que con su quehacer podían ofrecer a la Humanidad. De esas personas es que uno debe aprender; esos ejemplos para mí han sido muy sanos.
Yo creo que la fortaleza está al no tener los prejuicios del protagonismo, la inmediatez, en la tranquilidad de saber que lo que se está haciendo se hace por placer y con mucha pasión… con una decisión de la cual nunca me he arrepentido.
Si usted tuviera que escoger un momento de esos 30 años, ¿con cuál se quedaría?
Con el primer ensayo. Me gustaría volverlo a vivir tal cual, porque si la siguiente pregunta es si lo repetiría pese a todo lo que ha sucedido, yo puedo decir que sí: ha valido la pena.
Ese primer momento nunca se me olvida; yo lo sentí y me dije: “Este es, y me voy de frente con este proyecto”.

¿Sería muy difícil recrear ese momento?
Totalmente… la vida no se puede recrear; la vida se vive una vez como el instante en que tú estás permitiéndote entender que eres pensamiento más que palabra. La vida no se recrea, la vida se vive, entonces sería presumir algo que ya pasó, pero me marcó, y de una u otra manera está en mí.
¿Cuál ha sido el momento más duro de estos 30 años?
Yo creo que no ha llegado todavía. Han pasado muchísimas cosas, pero creo que debo estar preparado para el momento más duro. No sé si sea el fallecimiento de un ser muy cercano a mí, porque uno piensa que los demás se mueren, pero no los de uno. Lo he pensado.
No sé si suceda algo que uno no esté preparado para manejar, pero en este momento creo que lo peor no ha pasado; esperemos a ver qué sucede y cómo lo enfrentamos…
Eso es difícil de interpretar. Puede interpretarse como una visión optimista o muy pesimista…
[Risas] Pero es que estamos en el mundo, ¿y qué no puede pasar en la vida de un ser humano? Yo recuerdo momentos muy difíciles que les han sucedido a otros artistas y se han quedado ahí; y hay cosas más fuertes que les han ocurrido a muchos otros que los han sabido sobrellevar y superar. Sin ser pesimista u optimista, es ser realista. Uno no debe estar siempre condicionado pensando que se merece lo mejor, no siempre se está preparado para entender que eso puede ser muy malo para otros, y eso puede sucederle a Kraken.
En ese mismo sentido, ¿nunca ha sentido que está a punto de tirar la toalla?
Hay momentos difíciles, no es que no puedan ser superados. Hay momentos en los que uno se confunde muchísimo, no porque dude de sus capacidades intelectuales al componer una canción, sino al momento de asumir una realidad que está sujeta a cosas que no pueden ser enfrentadas con la idea de que cada sueño merece un espacio perfecto para llevarlo a cabo…
Hay muchas dificultades familiares o sentimentales que todos los seres humanos enfrentamos. Sin embargo, siempre he tenido en cuenta que el proyecto no puede dejarse vencer por esos obstáculos, porque el proyecto sigue siendo algo que está en mí, y por más que me lo quieran quitar no es algo que puedan agarrar como cuando alguien va a un banco o entra a tu casa y te quita el televisor o el dinero. Se pueden llevar todo menos la pasión y el amor que siento por este proyecto. Hay que aprender a diferencia eso, qué es lo que realmente te pertenece y qué es lo que simplemente te acompaña como lo material que tiene poca trascendencia en tu vida.
Muchas veces los retos están puestos por esas necesidades materiales, yo lo he visto y lo he vivido. Creemos que para lograr algún reconocimiento debemos comprar el carro que nos muestran por la televisión y que tienen otros artistas, o que debemos vivir en un sector de la ciudad donde muchos artistas viven, y si no estás ahí no eres lo que la gente cree que eres… yo sé diferenciar eso.
Ahí están muchos de los obstáculos que han aparecido: tener una buena alimentación en cierta época, un buen espacio para dormir o dinero para llevar a cabo alguno de los proyectos con Kraken. Siempre lo he sabido sobrellevar, y ahí está también la otra parte donde juega el ultrayo. ¿Quién es uno en realidad? ¿Está uno limitado por esas cosas tan superficiales que día a día tocan el corazón de las personas? Si eso es lo que te va a vencer, entonces retírate porque no estás hecho sino para cosas banales y poco trascendentales, entonces ve a vender perros, hamburguesas, carros o seguros de vida… Eso va de la mano con lo que te estaba hablando.




HABLANDO SOBRE EL TITÁN

Testimonios sobre su historia, su música y su grandeza

ANDRÉS RAMÍREZ
Hijo de Elkin
Acompaño a mi padre en sus conciertos desde que tenía poco más de seis años. Estos han sido lugares de encuentro, al igual que los estudios de grabación y los teatros donde me presento como actor o director. El arte sin duda alguna nos une profundamente, aunque él pertenezca a la música y yo al teatro. La primera vez que colaboré con mi padre fue haciendo los coros de Kraken V: el símbolo de la huella. Estábamos en Discos Fuentes, tenía nueve años y jamás esperé una invitación como esa. Recuerdo bien estar sentado en el estudio jugando con un par de muñecos de Los Picapiedra.
—¿Te gustaría cantar los coros de esta canción? —me preguntó.
—Pero si yo no sé cantar —respondí inmediatamente.
—Tú sí sabes cantar, yo te he escuchado cantando en la casa y cantas muy bonito.
No tenía idea de que mi voz sonara bien. Había quedado maravillado viendo a los niños del coro Canto Alegre grabando esa tarde, así que me emocioné mucho y presté mucha atención a todas las indicaciones que me dio antes de ponerme los audífonos y pararme frente al micrófono.
Nunca me sentí inclinado a ser músico. Siempre quise ser actor, y la relación con mi padre tuvo todo que ver con eso. Cuando pisé el Teatro Metropolitano para cantar a su lado, me quedé paralizado en medio del escenario viendo el mar de sillas rojas vacías. Algo cambió en mí desde entonces, y aún más estando frente al público. Considero a mi padre un músico muy teatral, muy preocupado por hacer de sus conciertos toda una puesta en escena, y por fortuna mi inclinación por el teatro nos ha permitido vincularnos más a nivel profesional.
GONZALO VÁSQUEZ
Baterista original de Kraken
Elkin tocaba en otras bandas antes de Kraken. Una era Kripzy y la otra era Ferrotrack. Hasta fuimos a verlos alguna vez. Elkin era un ídolo para nosotros. Estábamos buscando cantante y supimos de Elkin, entonces empezamos a asediarlo y a pretenderlo, hasta que nos encontramos y hubo como un click. Él era único. Su voz, su presencia… de pelo largo, botas de cuero peludas, unas mallas con unos calzoncillos de cuero y cadenas con el pecho abierto… Y sobre todo, la voz.
En el primer ensayo él estuvo contento. Era como tener un rockstar en la casa. Era muy gratificante porque sentíamos que íbamos por buen camino, y que él iba a estar ahí; sentimos que habíamos encontrado al cantante, y él de pronto sintió que había encontrado a su banda.
Empezamos a ensayar y a tocar, pero lo que queríamos todos era componer. Hugo o Richie llegaban con algún riff de guitarra y empezábamos a improvisar con eso, a meterle la batería y el bajo; íbamos armando la música y una estructura. Encima de eso Elkin cantaba dizque “florei floreira”, entonces nosotros nos burlábamos de él porque empezaba a improvisar con esas dos palabritas. Eso lo grabábamos en casete, él se lo llevaba, se encerraba en su casa y a los pocos días íbamos a visitarlo. Él ponía la pista y empezaba a cantar arriba con la letra ya compuesta, y esa era la sensación más impresionante porque estábamos descubriendo algo que nos impactaba. Así nacieron Todo hombre es una historia, Muere libre y esas canciones que empezamos a hacer. Luego las volvíamos a grabar en casetes con la letra, y esas grabaciones se regaban, se iban pasando y copiando de mano en mano… alguien dijo por ahí que ese era el YouTube de nosotros. Yo me siento privilegiado y honrado por haber hecho parte del grupo en esa época.
JORGE ATEHORTÚA
Bajista fundador
Aunque Kraken nació oficialmente el 20 de junio de 1984 en la ciudad de Medellín, creo que todo realmente empezó en 1982 cuando Hugo Restrepo y yo nos pusimos la meta de crear la mejor banda de rock del país. Cuando conocimos a Gonzo Vásquez supimos de inmediato que había nacido Kraken. El resto fue ensayar con mística, horas interminables para perfeccionar un sonido sólido y estructurado, el mismo que le hizo palpitar con fuerza el corazón a Elkin Ramírez cuando lo escuchó por primera vez. No dudó en unirse cuando, dos horas después, Hugo le hizo ofreció ser parte de esa nueva banda que luego se convertiría en El Titán del rock colombiano.
Sin duda la primera canción de Kraken I, Todo hombre es una historia, es más que significativa. Desde la poesía urbana surrealista de Elkin tomaron vida esas letras que no olvidaré por el resto de mis días: “Dijeron que volvería tan pronto se le irían la ganas de volar / Era un chico de mi barrio que tildaban de ordinario al no ser como los demás / Y con su pelo en hombros, se le escapó un día a toda esa opresión”. En ese momento supe que habíamos hecho un clásico y que esas palabras, que describían de manera tan exacta la propia biografía de Elkin, iban a ser irresistibles para toda una generación.
HUGO RESTREPO
Guitarrista original de la banda
Una vez tuvimos material suficiente, el siguiente objetivo fue grabar el LP que fue fichado en 1987 en la casa disquera Codiscos. Cuando tuvimos el disco en nuestras manos, nos llevaron a Bogotá para hacer el lanzamiento en una discoteca que hoy ya no existe, Keops. Desde el principio fue una plaza que nos acogió muy fuerte y desde allí la banda se daría a conocer a nivel nacional. Con la grabación de Kraken II y Vestido de cristal, no es exagerado decir que hicimos historia en Colombia. Tuvimos un gran alcance en las listas de radio, permanecimos en los primeros lugares durante casi cuatro meses. Las grabaciones en el Show de Jimmy y con Jorge Barón fueron para nosotros toda una experiencia, y le dieron a la banda el empuje que necesitaba para alcanzar el reconocimiento que logró en el país.
El lanzamiento de Kraken III nos llevó al vecino país de Venezuela, allí tocamos en Caracas en un lugar llamado Poliedro ante más de 15 mil personas, o eso me dijeron a mí, yo sí vi mucha gente…
JUAN ESTEBAN ARISTIZÁBAL
Ekhymosis - Juanes
Aún tengo vivo en mi mente el momento en el que salí corriendo a comprar el primer sencillo que editó Kraken en 1986, antes de publicar Kraken I en 1987. En aquel entonces todo era descubrimiento para mí y era emocionante ver cómo Kraken rompía los esquemas y abría caminos, como un titán. Todos soñábamos cantar como Elkin o tocar la guitarra como Hugo y Richie. Un momento que jamás olvidaré y que me marcó para siempre fue haber visto su show en las torres de Bomboná en pleno centro de Medellín; ese día me dije: “Quiero hacer lo mismo por el resto de mi vida”. Todo hombre es una historia y Muere libre se convirtieron en himnos que llevaremos quienes vivimos esas épocas hasta siempre en nuestras venas.
ADRIAN BARILARI
Rata Blanca - Barilari
Conocí a Elkin hace muchos años allí en Bogotá, tocando juntos Kraken y Rata Blanca. Con el paso del tiempo fuimos alternando más shows y llegué a conocer a Elkin como persona. Así descubrí que más allá del artista hay un gran ser humano, una persona de bien y por supuesto un gran músico y cantante, que hoy es un ícono en Sudamérica. Hemos tenido la suerte de cantar juntos alguna vez y también tuve el gran honor de ser convocado a participar en discos suyos. Hoy puedo decir que es un amigo, amigo de la vida, mi amigo de la música por quien tengo gran respeto y obviamente siempre le deseo todo lo mejor. ¡Puedo decir que soy un fan más de este señor! Mis respetos.
FELIPE MUÑOZ
Tr3sdeCoraZón
El primer concierto al que asistí fue el 20 de julio de 1991, en la Plaza de Toros La Macarena. Desde ahí todo cambió para mí y el ser rockero se convirtió en mi única prioridad en la vida. Empecé a tocar batería y conformé varias bandas, siempre llevando a Kraken como referente de lo que quería ser.
Un día en 1994 averigüé el teléfono de la casa de Elkin y me hice pasar como el encargado de las notas culturales para el periódico del colegio, solo para sentir que estaba conversando con él. Luego en 1998 tuve la suerte que me llamaran para ser roadie del baterista de esa época, Alejandro Gutiérrez. Fue una temporada de reposicionamiento después del bajón que tuvo entre el 95 y el 98 por la salida de algunos miembros y de múltiples problemas. Ahí me hice amigo de Elkin y pude conocer la gran persona que es. Fruto de esa amistad fui productor y gestor de dos tributos con bandas
de Colombia y otro con internacionales, empresario de algunos shows y muchos otros proyectos de colaboración.
He tenido también la alegría de contar con él como invitado cantando con mi banda Tr3sdeCoraZón. Para mí Elkin es el rockero más importante de la historia del país por su coherencia, disciplina, lucha, pasión y talento. Kraken no tiene Grammys ni sale en noticias de farándula, pero tiene el corazón de miles de rockeros, que con nobleza y lealtad acompañan y respetan a la banda más grande de rock colombiano.
CARLOS ACOSTA
Primer mánager
Conocí al grupo mientras grababan el demo de la canción Todo hombre es una historia en el pequeño estudio de grabación de un librero llamado Pablo Tureaú. Como columnista de rock de El Colombiano escribí un artículo en el que dije que ya podía morir tranquilo, pues “había visto nacer el verdadero rock colombiano”. Una vez mezclada la canción, la llevé a mi emisora Radio Disco ZH y comencé a emitirla desde un casete. Luego logré que el grupo fuera firmado por Codiscos, pero nunca les abrían espacio en los estudios de grabación, siempre reservados para El Binomio de Oro, Niche y Los Diablitos, entre otros. Me tomó un año lograr que nos dieran un fin de semana que incluía un lunes festivo para grabar dos canciones en un 45 rpm.
Con dos EP editados con más de 8 mil copias cada uno, Codiscos decidió grabar el álbum completo, que convirtió a Kraken en un artista vendedor, demostrándole al mercado que los grupos colombianos sí podían vender discos con material propio. En 1987 asumí la dirección de la emisora Super Stéreo, y lancé todo el movimiento del rock en español. Desde allí se promovieron los sencillos del disco de Kraken, que llegó a las 28 mil copias vendidas, casi todas en Medellín. En 1992 llegué a la Dirección de Mercadeo de Discos Fuentes y firmé a Estados Alterados y a Kraken. Con este último produje Piel de cobre, en el que Elkin, establecido como líder del grupo, le dio un giro al sonido y a las letras de la banda.


Todo hombre es una historia: Elkin Ramírez




POR: Jorge Pinzón Salas ILUSTRACIÓN: Juan Gaviria Viernes, 03 Febrero 2017

Kraken Elkin Ramirez
Este es Elkin Ramírez, un guerrero del heavy metal colombiano
contado a través de los ojos de sus familiares y amigos.

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Tomado de: https://www.bacanika.com/historia/perfiles/item/elkin-ramirez.html

I. Frágil al viento

En la sala de su casa en el barrio Belén, de Medellín, Oliva Zapata cuenta que en treinta años fue a casi todos los conciertos de su hijo en esa ciudad. Al Poblado, a Manrique, al Cerro Nutibara. 
—Donde tuviera que ir a ver a mi muchacho, iba —dice. 
Cogía un bus, pagaba su boleta y entraba a ver cantar a Elkin Fernando en una taberna, un parqueadero, un teatro o una plaza de toros. 
—Pero nunca, nunca me le metí en el camerino —aclara doña Oliva.
A pocos pasos de esta sala, en una alcoba que da a una calle tranquila, Elkin Ramírez pasa sus días acostado en una cama ortopédica, como la de un hospital, sumido en la duermevela a la que lo inducen algunos de los medicamentos que le prescribieron los médicos. 
Una cortina gruesa lo protege de la luz, pues es fotosensible, y evita que los curiosos se asomen a la ventana de su cuarto, que da a la calle. Al frente de esa ventana cuelga la pancarta que durante los últimos días los medios colombianos han mostrado en fotografías y videos: un tela de plástico blanca de ocho metros de largo por dos y medio de ancho, que en mayúsculas doradas dice: “Fuerza Elkin”, y debajo, en cursiva pegada: “Maestro de la Vida”. A un lado, una K gigante rebasa los límites de un círculo: es el logo de Kraken.
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//Foto de archivo de Daniel Ramírez y Oliva Zapata. //
La alcoba tiene, además de la cama, una mesa con un televisor encima, una silla de ruedas que últimamente permanece plegada contra la pared, una colección de sombreros y bufandas apilados, una silla de masajes reclinable que le regaló el teclista de la banda, y un trofeo y una medalla al mérito que le otorgaron Concejo de la ciudad y la Asamblea Departamental de Antioquia, y que Elkin no pudo ir a recibir por su mal estado de salud. 
Amigos cercanos han ido trayendo sus pertenencias hasta su casa en el barrio Belén. La ropa que lucía en los shows, los libros, la música que fue dejando en casas de personas conocidas, casi todo está guardado en cajas que reposan en un cuarto del segundo piso, al que se llega por una escalera cuyo barandal lo atraviesa la palabra “Kraken” troquelada en hierro negro. Desde niño y hasta que se fue a vivir a Bogotá, hace catorce años, esta alcoba fue su refugio, la guarida en la que se encerraba a escribir canciones o pintar desnudos, rostros de mujeres, cuerpos de seres surreales en  atmósferas rojizas, amarillas y grisáceas que vendió durante algunas épocas de su vida.
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// Foto de archivo de Daniel Ramírez y Oliva Zapata. //
En la casa de Oliva Zapata siempre ha habido música. Su gusto fue siempre heterogéneo: del tango a la balada pasando por la cumbia y la champeta. En los primeros años de vida de Elkin, además de la música que sintonizaba en Radio Reloj, la emisora del momento en Medellín, Oliva escuchaba los discos que en una radiolita ponía Daniel, su esposo, comprador frecuente de long plays a crédito en los almacenes de la Carrera Junín, en el centro de la ciudad. Bach, Mozart, Beethoven… De Beethoven me mostrará Daniel orgulloso, días después, su colección completa de las nueve sinfonías en una caja de lujo. 
—Yo llevaba esos discos para que mis hijos conocieran lo que era la verdadera música —recuerda hoy Daniel Ramírez, de 77 años, pensionado hace más de diez, amigo íntimo de Elkin, su segundo hijo.
Entre los discos que les llevaba a sus cinco hijos, hubo dos en particular que, según él, alguna semilla debieron sembrar en la empírica formación musical de Elkin: uno fue Pedro y el lobo, de Prokofiev, en una edición que les enseñaba a los niños a distinguir los sonidos de una trompeta, un trombón, un oboe, y a conocer la estructura de una orquesta. El otro fue Piccolo, saxo y compañía, el primer long play que le regaló Daniel a su hijo Elkin Fernando.
—Gozó con ese disco lo que usted no se imagina.    
En el libro Kraken 30 años, del periodista Rafael González, Elkin cuenta que todos los sábados por la tarde su padre llevaba a casa cuatro o cinco discos. “Los domingos en la mañana nos despertaba con música clásica mientras hacía el desayuno”. En una ocasión Daniel compró tres joyas con las que Elkin se abriría a nuevos asombros musicales: Tom Jones, The Platters y The Beatles.
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// Foto de archivo de Daniel Ramírez y Oliva Zapata. //
De las melodías clásicas pasaban, en el radio o en el tocadiscos, a las coplas y boleros de Los Panchos, Los Tres Reyes o Los Tres Diamantes. 
Pero este mediodía soleado de principios de enero de 2017 el hogar de la familia Ramírez Zapata está en silencio. No suena ninguna canción en la casa donde creció Elkin Ramírez, fundador, vocalista y líder de la banda de heavy metal más sólida que ha tenido el rock colombiano: Kraken.

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II. Sin miedo al dolor

Al pie de sus dos equipos de sonido, Daniel Ramírez mueve ligeramente la cabeza de un lado a otro, columpia en el aire el índice derecho como si estuviera dirigiendo una orquesta, y con golpes de pie en el suelo sigue el ritmo de la canción que acaba de poner: “Vestido de cristal”, uno de los éxitos de su hijo, la balada rock con la que el grupo de Elkin Fernando llegó a la radio comercial en 1989.
Si su vestido de cristal 
se quiebra en silencio... 
¡qué débil es su disfraz!
Daniel abre una botella de Black Label, sirve dos tragos y dice: 
—La voz de Elkin es de barítono alto, como la de su admirado Camilo Sesto. Cuando venía aquí a mi apartamento Elkin me decía: “Papá, póngame a Camilo Sesto”. 
Y Daniel le ponía “Jamás”, la favorita de Elkin. Y Elkin cantaba a pleno pulmón:
Que no me falte tu cuerpo jamás, jamás.Ni el calor de tu forma de amar, jamás.
Desde que empezó a preferir la compañía de los libros y los discos a la convivencia en pareja, Daniel vive solo, en un apartamento de una unidad residencial de clase media en Medellín. 
Deja de sonar “Vestido de cristal” y saca un disco de Camilo Sesto. 
—¿Sí oye ese grito? 
—...
—Muy parecido al grito del hijo mío.  
Al tercer vaso de whisky abre la caja de un CD que Kraken grabó en vivo con la Orquesta Filarmónica de Bogotá, y en el clímax de “Sin miedo al dolor”, cuando retumban al fondo los coros de un público enardecido, dice:
—Oiga cómo sube y cómo baja mi hijo. Oiga ese grito…. 
¡Oh! ¡Oh! ¡Oh!
Las trompetas del cielo anuncian guerreros, 
¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! 
Del mismo álbum pone en seguida la versión orquestal del clásico “Lenguaje de mi piel”, ese otro hit que se anotó Kraken y que lleva poco menos de un cuarto de siglo sonando en bares, cafés y en emisoras tanto juveniles como románticas. Y que comienza así:
Mentiras, mi voz aún no ha muerto…

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III. Los misterios no hablan

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// Foto de archivo de Daniel Ramírez y Oliva Zapata. //
La voz de Elkin Ramírez nunca pasó desapercibida. Ni al final de la niñez, cuando Oliva y Daniel lo escuchaban cantar junto a sus hermanos y vecinos de cuadra, a quienes organizaba en un semicírculo para que le hicieran los coros. Ni en el colegio donde no pudo terminar su primera presentación en vivo, porque un profesor, al verlo tropezar y caer al piso en mitad de una canción de Led Zeppelin, lo bajó de la tarima acusándolo de haber subido a cantar borracho, cuando en realidad el muchacho no se había tomado ni un trago. Ni en los primeros toques nocturnos en los que interpretaba covers de heavy metal. Ni en su debut con Kraken en 1984. Ni en los últimos conciertos que dio antes de que su voz prodigiosa se apagara para siempre.
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// Foto de archivo de Daniel Ramírez y Oliva Zapata. //
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// Foto de archivo Juan Fernando "El Flaco" Trujillo. //
—Técnicamente, su timbre de voz es de contratenor, con un rango muy amplio —dice Mario Montero, profesor de técnica vocal nacido en la costa Atlántica, que no recuerda haber oído hablar nunca de Elkin Ramírez ni de su banda, Kraken—. Es sin duda una voz única, bastante original. Maneja tonalidades muy altas, y de mil cantantes hay uno que nace con estas características.       
Desde que asumió la música como un destino inapelable, Elkin Ramírez se dio a la tarea de educar su voz. En el libro Cómo cantar, de Graham Hewitt, encontró pistas valiosas para entrenar las cuerdas vocales. Escondido tras una puerta escuchó, tomó nota y memorizó las lecciones de canto de un profesor universitario que le serían sumamente útiles para dictar sus propias clases.
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// Foto de archivo de Daniel Ramírez y Oliva Zapata. // 
—La magia de su voz se debe en gran parte a sus prácticas de respiración —dice César Toro, amigo de Ramírez y uno de los asistentes a las clases de canto que al inicio de la década de los noventa el vocalista le dictó a un pequeño grupo de alumnos en el mismo cuarto al que por estos días entran a visitarlo familiares, amigos, enfermeras, ex novias y uno que otro fan conocido de hace años. 
Aquellas clases representaron una exigua pero oportuna fuente de ingresos durante años. Elkin enseñaba solfeo, afinación, respiración.   
—Inflaba bombas como parte de su disciplina para ejercitar la caja torácica, para respirar y cantar mejor —recuerda Toro.    

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IV. No te detengas

En las últimas semanas, la música que Elkin ha escuchado durante sus lapsos de vigilia se la ha puesto Andrés, su hijo, en una grabadora pequeña. Andrés es productor artístico y actor en el Teatro Musical de Colombia. A finales de diciembre sacó de la colección de música de su padre un disco de Sting, uno de Chicago y uno de U2, y le preguntó: “Papá, ¿querés que te ponga música?”. 
Elkin le respondió con un movimiento afirmativo de los ojos y la misma sonrisa que Andrés le vio dibujada en la cara la mañana de octubre en que una pancarta gigante colgada frente a su casa lo sorprendió al despetarse. 
La noche anterior, armados de escalera, taladro y tachuelas, y con camisetas negras con el logo de Kraken impreso en el centro, cuatro tipos habían fijado la pancarta a una tapia alta y grafiteada que podía verse desde la ventana del cuarto de Elkin. Era el regalo de cumpleaños de los integrantes de la banda Tres de Corazón para su ídolo. Fue la mejor forma, la más sentida que hallaron estos músicos de Medellín de agradecerle el ejemplo y expresarle su solidaridad a quien consideran un maestro. Ese día de octubre Elkin cumplía 54 años.

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V. Soy real

Desde una esquina del barrio Laureles, contiguo a Belén, Elkin vio por primera vez a un grupo de rock tocando en vivo. La escena lo tomó por sorpresa. Iba caminando desprevenido con un amigo del vecindario y encontró de pronto a Judas, la legendaria agrupación paisa, tocando en la terraza de una casa. 
Eran los años setenta, y Emerson, Lake & Palmer, Jethro Tull, Foghat y The Rolling Stones tronaban en las fiestas que más le gustaban a Elkin. En otras el jaleo era con Los Hispanos, los Latin Brothers o Nelson Henríquez, pero como nunca aprendió a bailar, en esas fiestas se quedaba sentado. 
En una época en que las grabaciones originales de los grupos de rock europeo y americano no se conseguían en Medellín, su padre le enviaba por correo, desde una Caracas próspera y abierta al mundo, casetes de Queen, Pink Floyd y Led Zeppelin. Daniel administraba una empresa en la capital venezolana, adonde se había ido a vivir.
En una de las dos o tres visitas que podía hacer a Medellín cada año, Daniel regañó a Elkin por dejarse crecer el pelo: 
—Mirá cómo se ven de horribles esos muchachos con ese pelo largo… 
Oliva recuerda hoy que en ese entonces le dijo a su marido: 
—No, no, no, dejáme al muchachito quieto. A él le gusta su pelo largo. Dejálo. Oíste, ¿por ahí no dibujan a Jesús de pelo largo, y no lo ven dizque muy hermoso? ¿Por qué mi hijo no puede tener el pelo largo?

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VI. Todo hombre es una historia

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// Foto de Juan Fernando Ospina. //
Elkin Fernando Ramírez Zapata —delgado, de estatura promedio tirando a bajito, ojos color miel, pelo castaño, facciones finas, acné leve— pasó por un puñado de colegios antes de graduarse del laico y no muy bien reputado Liceo Remington, ubicado en el  barrio Boston, cerca al centro. El Calasanz, de los padres escolapios, había sido el primero. Tan fuerte era la animadversión que le provocaban los curas de ese plantel, que a un profesor de catecismo le dijo que no podía volver a clase porque su religión no se lo permitía. 
La primera banda que lo fichó en su etapa escolar se llamaba Lemon Juice, con la que interpretó doce covers de los grupos que le agitaban la cabeza entonces. Van Halen, Black Sabbath, Led Zeppelin. Luego participó en proyectos fugaces: Mortero, Hearts, Ship, Ferrotrack y Kripsy, donde fue protagonista y testigo de excepción de la incipiente movida undenground de Medellín entre finales de los setenta y comienzos de los ochenta. A lo largo de esos años llegó a interpretar, sumados los repertorios de todas las bandas por las que pasó, la pasmosa cifra de 172 covers de Iron Maiden, Ronnie James Dio, Mötley Crüe y Def Lepard, entre un largo etcétera de las glorias del rock que veneraba, gracias a las cuales aprendió a estructurar una canción: intro, coro, precoro, poscoro, solo de teclados, solo de guitarra. “Es la formación más interesante a nivel musical, como disciplina, que he tenido hasta el momento” reconoce Elkin en el libro de Rafael González.  
Aquellos covers los ensayó en un cuarto pegado a la cocina que Oliva, cómplice y alcahueta siempre, dejó que su hijo forrara con cajas de huevo para aislar el sonido. Pero el estruendo que hacían Elkin y sus amigos no lo soportaron los vecinos, y los músicos tuvieron que irse con su rock duro para otra parte.
Sacaba esas canciones a oído. A punta de escucharlas una y otra vez durante días enteros se las aprendía. Como su inglés era nulo y no todos los discos traían las letras, Elkin cantaba lo que su sensibilidad auditiva alcanzaba a captar.
Faltaba poco para que empezara a cantar letras de su autoría. Como esta:
Era un chico de mi barrio 
que tildaban de ordinario 
al no ser como los demás. 
Y con su pelo en hombros 
se le escapó 
un día a toda esa opresión…

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VII. No me hables de amor

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// Foto de archivo de Daniel Ramírez y Oliva Zapata. //
Ya desde los remotos días en que cantaba con Kripsy, la banda que precedió a Kraken, Elkin Ramírez les firmaba autógrafos a jovencitas de todas partes de la ciudad. Una de ellas fue Amparo Gutiérrez. Rubia, ojos azules, extrovertida. 
Una noche de 1983, La Mona, como le decían los amigos, fue a ver tocar a Kripsy en Studio 33, una taberna en el barrio Manrique que quedaba justo enfrente de Los Violines, el bar que ella aministraba. 
—No me gustaba el rock pero una amiga me dijo: “Vamos a ver cantar a ese hombre tan lindo” —cuenta Amparo por Skype.
Al final del concierto, después de pedirle que le firmara una servilleta —“Porque usted canta como los ángeles”—, se quedaron hablando hasta el amanecer. “A ese autógrafo le falta su número de teléfono”, le dijo Amparo en un lance que hoy recuerda con picardía.
Al día siguiente del estreno en sociedad de Kraken, Elkin le ragaló a Amparo un collar de chaquiras del que pendía un dije de oro con la figura de Afrodita, la diosa del amor. Así comenzó el idilio. Él le diría a ella Charito y ella a él, Gordito.    
—Llevábamos tres meses saliendo cuando quedé embarazada. Luego me enteré de que él estaba haciendo planes para irse a vivir a otro país, pero el embarazo le cambió la idea. 
En una etapa económicamente difícil de la convivencia, hacían mercado cuando Elkin podía vender un cuadro o le quedaba plata de un concierto. 
A medida que crecía su fama, y que más y más jovencitas se le acercaban atraídas por su melena espesa, su carisma y su voz, la desconfianza de Amparo se tornó en celos crónicos, hasta que optaron por terminar una relación de cuatro años.
—Es que Elkin llegaba a un concierto y esas niñas se embobaban —dice. 
Mucho tiempo después, en una de las conversaciones amistosas que nunca dejarían de tener, La Mona le dijo: “Gordito, si yo me hubiera quedado con usted lo lleno de hijos y no lo dejo surgir”.
Después de Amparo Elkin tuvo amores, amoríos y tormentos. Cuando transitaba la treintena conoció a Olga, la modelo que a su partida le dejó el corazón roto, la misma carita de ángel por la que un amigo lo vio llorar alguna vez. Otra musa con el mismo nombre lo conquistó después. Y volvió a paladear el desamor. Se casó en diciembre de 2014 con Sandra, treinta años menor, y se separó un año más tarde.  
El músico Alex Ortiz hace el gesto de cerrarse los labios con una cremallera cuando le pregunto cuál fue el gran amor de su amigo.
—A los 12 años tenía hasta ocho niñas detrás de él —cuenta su madre—. Hay una que tiene la misma edad de Elkin y cuando lo ve todavía le dice “mi amor platónico”. 
El mismo año en que Amparo dio a luz al único hijo que engendraría Elkin Ramírez, nació Kraken.

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VIII. El idioma del rock

El 22 de septiembre de 1984, faltando pocos minutos para las ocho y media de la noche, Elkin Ramírez se despachó un trago de ron con miel, como en otras ocasiones lo había visto hacerlo La Mona antes de subirse a cantar.   
Bajo unos bombillos embutidos en tarros de galletas pintados de negro, que hacían las veces de caperuzas alrededor de un escenario, y ante cerca de 2.000 personas que habían pagado 200 pesos por entrar al Teatro Lux de Medellín, cuatro jóvenes daban inicio, sin sospecharlo siquiera, a un capítulo fundamental de la historia del rock en Colombia.
Iniciaba el tramo más oscuro del narcoterrorismo. La mafia imponía la ley del miedo en Medellín. La corrupción e inoperancia de un Estado fallido eran el caldo de cultivo para el sicariato y los grupos de justicia privada, algunos de ellos financiados por el Cartel de Medellín liderado por Pablo Escobar.  
—La música para nosotros era un desahogo a todo ese conflicto social que había —dice una rockera sin identificar en un documental de esa época sobre la historia del rock en Colombia—. Mientras que había armas y muertos, nosotros estábamos brincando y cantando todo ese desastre. 
Numerosos testimonios de la época dan cuenta de lo mismo: los ochenta fueron años durísimos en Medellín, y la música fue una puerta de salida para muchos jóvenes. La única que encontraron para sobrevivir. 
La historia de Kraken había empezado un sábado de diciembre, nueve meses antes de su debut en el Teatro Lux. Elkin llegó en la moto de un amigo a una casa de un barrio acomodado, donde ensayaba una banda sin nombre ni líder visible. Eran cuatro músicos aficionados pero muy talentosos, unos de 16 y otros de 17 años, que dejaron una buena impresión en él, cinco años mayor que ellos y con más experiencia en la música.
Unos meses y uno que otro encuentro esporádico después de ese sábado, la voz de Elkin Ramírez se unía a las guitarras de Hugo Restrepo y Jaime Tobón, al bajo de Jorge Atehortúa y a la batería de Gonzalo Vásquez.    
Skiner y The Shoes fueron dos de los nombres que barajaron. Un día Elkin reunió al grupo en su casa y le contó lo poco que sabía sobre la leyenda del séptimo titán de una mitología antigua. Y en junio de 1984, bajo el signo de Kraken, el Titán comenzó a rugir junto a su primera alineación.
Del show en el Teatro Lux no le quedaron ganancias a la banda. Los 200.000 pesos que recaudaron en taquilla se esfumaron en costos de producción, alquiler del lugar e “impuestos” para evitar inconvenientes con la autoridad. Luego de cantar una cuidada selección de covers, Elkin se fue sin plata a su casa. Pero con la ilusión de ver con vida a Kraken, su creación.   
En el segundo concierto de la banda, organizado por Elkin en un parqueadero de la calle 71 de Manrique, el vocalista le lanzó al público una bufanda de colores que se disputaron varias mujeres. Amparo recuerda hoy que en ese momento pensó: “Tan locas, él no es famoso todavía y ya se están peliando por sus prendas”. El fenómeno que sería Kraken para el rock nacional, y las pasiones que despertaría su líder y vocalista Elkin Ramírez, empezaban a asomarse a mediados de la década del ochenta en escenarios para unas cuantas decenas de personas.
Al año siguiente, justo en 1985, en una columna del periódico El Colombiano, el periodista Carlos Acosta, uno de los más visibles promotores del rock en la capital antioqueña, dijo que acababa de ver nacer el rock colombiano. La columna estaba inspirada en un ensayo de Kraken al que lo habían invitado.

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IX. No te detengas 

Enfundado en una gabardina negra que le llega al tobillo, un pantalón blanco, unas botas Converse negras, una blusa vaporosa de color marrón y un esqueleto negro, Elkin —cara de niño bueno, flequillo y pelo hasta los hombros— canta “Palabras que sangran”. 
Lleva puestos dos anillos gruesos con incrustaciones de piedra azabache en los dedos de la mano izquierda, y uno de metal cobrizo en la derecha; dos cadenas sobre el pecho peludo y una pulsera dorada en cada muñeca. 
Corre 1989 y está presentando su segundo disco de larga duración, Kraken II, en El show de las estrellas, de Jorge Barón, para entonces el musical más popular en la televisión abierta colombiana. 
—Yo era feliz viendo a mi muchacho por televisión. Le decía: “Ahí estás en tu salsa, miráte” —dice su mamá.  
Era la segunda vez que salía en ese programa. La primera había sido el año anterior, cuando presentó Kraken I.    
—Kraken II es una joya —dice Álvaro González, El Profe, director de la emisora bogotana Radiónica y fan de la banda desde que la vio en El show de las estrellas—. Ese disco es más progresivo y no es el heavy metal tradicional de Kraken I, que no me gustaba tanto, aunque me impactó “No me hables de amor”.
Me atormentan sus mentiras 
quiero ir en busca de la noche 
hoy me siento muerto en vida 
solo tiene para mí reproches
Elkin volvió a El show de las estrellas cinco años después para presentar Kraken IV, piel de cobre. El pelo le caía varios centímetros por debajo del hombro. Tenía puesta una camisa blanca tipo Nerú apuntada hasta el último botón y metida en un jean. Blazer largo color café con hombreras acolchadas, solapas anchas y botones brillantes, y botas tejanas de tacón corto. Por encima de la camisa le colgaba una cadena de plata con un dije en forma del logo de la banda: la K que rebasa los límites de un círculo.
Habían transcurrido diez años desde la fundación de Kraken. Ya la banda había grabado dos discos sencillos de 45 revoluciones, de los que se vendieron 6.000 y 8.000 copias, y cuatro LP exitosos. Ya había tocado para miles de personas en coliseos y teatros de varias ciudades del país, capitales e intermedias. Ya una de sus canciones había sido número uno en las emisoras. Ya Elkin sabía lo que era ser abucheado en Medellín y en Armenia por hordas de punkeros y metaleros que despreciaban su música, su voz, sus letras, su estética. 
Pero también sabía lo que era ser aclamado en escenarios bogotanos del calibre del desaparecido bar Keops o La Media Torta. Ya había escrito la canción con la que les respondió a los envidiosos que su voz no había muerto a causa de un supuesto cáncer de garganta. Ya había estado a punto de tirar la toalla y ya había “tomado un nuevo aliento”. Ya la banda había sufrido las deserciones de tres de los cuatro músicos de la alineación inicial. Ya Elkin había tenido que recomponer el barco varias veces. Ya lo habían hospedado como a una estrella en el Hilton de Caracas. Ya llevaba años saboreando la fama, o mejor, disfrutando, sin ínfula de divo alguna, el cariño de un público que lo elevaba a la categoría de artista de culto. 
Pero el saldo rojo en su bolsillo continuaba. Y ya los conciertos multitudinarios iban quedando en el pasado.

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X. Danzando en soledad

En los primeros años de la década del noventa, cada vez que se quedaba sin plata, Elkin recurría a uno de sus objetos más preciados: el minicomponente, que envolvía en vinipel y llevaba a una prendería en la calle 30 con 76, en Belén. Luego lo sacaba y cuando volvía a quedar sin liquidez lo empeñaba nuevamente. 
—Llegó a empeñarlo tanto que ya ni Elkin ni el administrador de la prendería desempacaban el aparato —dice César Toro—. Con los quince o veinte mil pesos que le daban por el minicomponente pagaba los servicios y compraba atún para sobrevivir. 
Una temporal y modesta tabla de salvación fueron las pulseras y camisetas de Kraken que él mismo diseñaba y vendía. 
La segunda mitad de esa década la describe Elkin en el libro de González como un periodo de mucha soledad y angustia, pero también de incubación de proyectos nuevos.
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// Foto de archivo de Daniel Ramírez y Oliva Zapata. //
No quiere venderse a una industria que lo exhorta a componer música más comercial. Kraken no despega económicamente, y lo que resulta aún peor para un idealista y romántico como Elkin, más interesado en cantar sus canciones en vivo que en hacerse rico, es que no se percibe una proyección internacional de la banda más allá de los vecinos Ecuador y Venezuela. La nueva alineación trata de convencerlo de llevar el rock duro de Kraken a un puerto al que Elkin no están interesado en llegar, como el grunge o el rock alternativo.
En ese río revuelto, un productor autoritario saca de la grabación del álbum Kraken V los bajos y las guitarras, y deja un sonido opaco, sin la energía habitual de la banda. Con el pop de ese disco, dice el productor, la agrupación se va a internacionalizar. El resultado, por supuesto, no le agrada a Elkin.
Para rematar, Jorge Atehortúa, el último integrante que quedaba de la primera alineación, se va de Kraken en 1995. Elkin queda solo y con deudas tras el lanzamiento del quinto disco de la banda. Si tenía dinero para desayunar, no le alcanzaba para el almuerzo ni para la comida, cuenta hoy uno de sus mejores amigos.
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// Foto de archivo de Daniel Ramírez y Oliva Zapata. //
—Sin embargo fue una época muy bonita del artista llevado económicamente, pero con su sueño todavía vivo, pensando en nuevos discos, buscando nuevos músicos —dice Jorge Córdoba, a quien Elkin le confiaba sus anhelos y fracasos en el amor y en la música, y con el que solía irse caminando a un bar a un par de kilómetros de su casa, donde solamente lo conocían el mesero y un barman que cuando lo veía entrar ponían baladas: Nino Bravo, Camilo Sesto y compañía.
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// Foto de Juan Fernando Ospina. //
Fiel a su talante obstinado, en la segunda mitad de la década de los noventa, Elkin vuelve a surfear la ola, y esquiva el temporal haciendo lo que mejor y más le gusta hacer: cantar. Reorganiza la banda y salda las deudas que le dejó su última aventura discográfica. Treinta conciertos dentro y fuera de Medellín y un show en el Festival Rock al Parque en Bogotá con lleno absoluto le renuevan la esperanza. Para entonces la escena cultural de su ciudad empieza a estancarse. Las inquinas —algunas huelen a envidia— en su contra por parte del ala más conservadora del metal local se dejan sentir de diferentes maneras. De la cacareada “Capital del rock” de comienzos de la década queda poco. 
Elkin recarga la energía y empieza a convencerse de que ya va siendo hora de volar, de que en materia profesional ya no tiene nada más que hacer en Medellín, de que su futuro, el futuro de Kraken, está en Bogotá. Pero el proceso le toma cinco, seis años en los que se mueve a la deriva entre Medellín y el Eje Cafetero, en conciertos a veces exitosos y otras veces sin pena ni gloria. Cuando acaba de convencerse de que es tiempo de partir, en 2003, se va para Bogotá y vuelve a empezar. Solo. Con muy poco, con poquísimo dinero.

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XI. Desde el exilio

Al cabo de una semana de capotear el viento frío de agosto, Elkin estuvo a punto de contraer una neumonía. Las dos primeras noches en Bogotá las pasó en la banca de un parque porque no quería importunar a nadie pidiéndole posada. Una amiga lo recibió en su casa y lo cuidó por unos días. De allí salió a buscar un techo en algún barrio donde los arriendos se acomodaran a su bolsillo magro. Encontró un apartaestudio en Álamos, la zona del occidente bogotano en la que viviría durante los diez años siguientes.  
Tardó alrededor de un año en consolidar una nueva alineación para Kraken, con la que cerró, ovacionado por 70.000 personas, una fecha en Rock al Parque pasada por granizo. Reeditó en versión doble lujo de Huella y camino. De ese álbum se vendieron 10.000 copias, una hazaña en momentos de crisis para el mercado del disco. 
A todos lados iba con una mochila en la que guardaba unas veces una agenda y otras un bloc de hojas amarillas donde anotaba las citas o esbozaba letras nuevas. Y no le podía faltar algún dispositivo para escuchar música cuando iba en bus, caminando o en bicicleta, sus medios de transporte. Porque nunca tuvo carro.  
En una modistería a dos cuadras de su casa en el occidente de Bogotá mandaba a hacer sobre medida la ropa que usaba en los shows, y con la que en ocasiones también andaba por ahí. Él mismo diseñaba su atuendos. Definía los materiales, los acabados. Su ajuar incluía cueros, gamuzas; gabanes, botas hasta arriba de la rodilla, bufandas largas. Tenía claro que al subirse a un escenario debía encarnar a un personaje.
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// Foto de archivo de Daniel Ramírez y Oliva Zapata. //
Con el fin de equilibrar ingresos, en el garaje de una casa montó un bar que bautizó con el título de una de sus canciones: “Rostros ocultos”. Duró poco tiempo. Después, en otra casa de la misma calle, abrió Aztlán, un bar donde programaba toques acústicos. Hacía todo, desde armar, desarmar y limpiar las mesas, hasta servir el trago y poner la música: Men at Work, Eurythmics, rock progresivo, pop de los ochenta. Vivía en el segundo piso de un edificio de tres niveles, con una mujer y Duncan, un bóxer grande.
En 2005 Kraken compartió tarima con Rata Blanca y Ángeles del Infierno en la Plaza de Toros de Quito, Ecuador, con lleno hasta las banderas, como dicen los reporteros taurinos. Ese mismo año trabajó con la Orquesta Filarmónica de Bogotá y logró lo que ninguna banda de rock en estas tierras había conseguido hasta entonces: ensamblar sus canciones a la base sinfónica de un centenar de músicos y grabar un disco: Kraken filarmónico, sexto disco de la banda del séptimo titán.
Una nueva generación de fans en Bogotá y Medellín empieza por esos años a conocer y respetar a Kraken. Las discordias dentro de la escena del rock y el metal en Medellín parecen disiparse. Elkin ha madurado como artista, sigue manteniendo la coherencia entre lo que dice y lo que hace, no deja de oír su voz interior y no está dispuesto a venderle el alma al diablo. Y eso se nota.
De la fidelidad de Elkin siempre a sí mismo da fe Luis Ramírez, el bajista virtuoso que no abandonó nunca el barco desde que Elkin lo reclutó en 2004, en una audición a la que el aspirante llegó con las partituras aprendidas de “Vestido de cristal” y “Extraña predicción”, la canción de Kraken más difícil de interpetrar, según sus músicos.  
—Pero patrón, son ocho millones a la semana. ¡Ocho millones! —le repitió Luis el día que Elkin les contó que había rechazado la oferta de un canal de televisión para ser jurado de un reality de cantantes y bailarines. 
Para Elkin, aceptar dicha oferta equivalía a convertirse en poco menos que una caricatura. 
Fue esa verticalidad, esa voluntad férrea de mantenerse en su senda la que, aunada a la honestidad de sus letras, le granjeó el respeto y el afecto de sus fans. Por eso, su mamá dice:  
—Salir con Elkin era horrible. Uno iba con él a hacer una diligencia y se podía demorar unas dos horas para llegar donde fuera, porque todo el mundo lo quería saludar, abrazar. Y él siempre tenía una sonrisa para todos, un saludo. 
En los conciertos le lanzaban flores, brasieres, cucos. Una vez, en la plaza del municipio de Soacha, una mujer le arrojó una prenda. Elkin creyó que era una camiseta y se la puso en la cintura sujetada al pantalón. Hacia el final del tema que estaba cantando se dio cuenta, ruborizado, de que era un brasier. 
Ha sido tal la afición del público por la banda y tan profunda la admiración que se le profesa a su vocalista, que un fan le puso a su hijo Kraken. Hoy el muchacho debe tener 15 o 16 años.    

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XII. Sobre esta tierra

La última vez que Elkin visitó a su padre fue el 5 de julio de 2015. Los calambres que había empezado a sentir se hacían cada día más intensos. Daniel le sobó la pierna con una pomada. A diferencia de tantas otras veces, aquella tarde no se tomaron ni un trago. Daniel hizo un chocolate parviao, con galletas y pandequeso. Se sentaron a comer y a escuchar boleros de Fernando Valadés.
Por qué no he de llorar
si lo que más quería
que fue mi noche y día
se acaba de marchar… 
—Me quedé muy preocupado cuando bajó las escaleras con mucha dificultad —dice Daniel Ramírez en su apartamento en Medellín.
Unos meses atrás Elkin había comenzado a tener dolores de cabeza. En el penúltimo concierto que daría en su vida, le dijo a Lucho, el bajista, que se sentía mal. Esa noche se presentaban en el Teatro Metropol, en Bogotá, pero no pudieron terminar de tocar porque la policía cerró el lugar, aduciendo que no contaban con todos los permisos. Un comandante de estación ordenó apagar la planta de energía y el concierto se acabó. 
Diez días después, en el Instituto Neurológico de Medellín, le hicieron un TAC y una resonancia magnética, y encontraron que tenía un gliosarcoma al lado izquierdo del cerebro: un tumor cancerígeno de grado 4, el más dañino, que tiende a crecer y a diseminarse con rapidez. 
Con la amarga noticia a cuestas pero armado de esperanza, voló a Bogotá a cantar en el Royal Center. Sería el último concierto de Kraken con el Titán al mando. Al final del show, Elkin les dijo a sus músicos que seguía sintiéndose mal.    
Regresó a Medellín para entrar al quirófano y someterse a una cirugía en la que le extrajeron el noventa por ciento del tumor. A la operación le siguieron sesiones desgastantes de radio y quimioterapia. Al comienzo reaccionó de manera positiva. Familiares y amigos confiaban en que superaría la enfermedad. 
—Inclusive algunos meses después estaba componiendo las canciones del último disco —afirma su padre—. En marzo fui con él a una notaría de Laureles a registrar las canciones. “Papá, ya tengo casi listas las diez canciones del nuevo disco”, me dijo. Y se fue para Bogotá a empezar a grabarlo. 
El disco Sobre esta tierra terminaron de producirlo en una finca a cuarenta minutos de Medellín, en Carmen de Viboral, para evitar el viaje de Elkin a Bogotá, pues ya la enfermedad le tomaba ventaja y lo que más le convenía era permanecer cerca del núcleo familiar. Que el Titán se resistía a la agonía prematura de su voz vibrante lo demostró el vigor con que grabó nueve canciones en dos días y medio.

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XIII. Lágrimas de fuego

En junio de 2016 regresó el malestar a su cuerpo, y durante cuatro días cayó en una cama de hospital. En julio volvieron a internarlo. Los primeros días de agosto una recaída lo obligó a volver a la sala de urgencias del Instituto Neurológico, donde un especialista encontró que el tumor había crecido. El 8 de agosto le practicaron una segunda cirugía. 
—A partir de entonces se empezaron a degradar su salud, su lenguaje, sus movimientos. Y ahí lo tenemos… Esperando lo que Dios mande —me dijo Daniel Ramírez veinte días antes de contarme por teléfono que su hijo llevaba cuatro horas sin vida.       
Los tratamientos para combatir una enfermedad como la suya son costosos. Debía recibir a diario inyecciones anticoagulantes y tomar vitaminas y medicamentos para evitar las convulsiones, los dolores y la depresión. Subió ostensiblemente de peso y la barba le creció.    
Según Daniel, estuvo en las mejores manos: tres neurocirujanos, un radiólogo y un oncólogo eminentes atendieron a Elkin con paciencia y constancia. Hasta el 23 de diciembre de 2016 caminó con bastón. En la noche del 16 de enero tuvo mucha tos. Al día siguiente, Daniel, Amparo, La Mona, a quien Andrés llamó de urgencia, lo llevaron a la clínica en una ambulancia.

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XIV. Razones desnudas

Las pinturas que cuelgan de las paredes de la sala y el comedor de la casa de Oliva Zapata son obras de Elkin. En una de ellas una mujer desnuda, de piel morena y pelo plomizo, mete la cabeza entre las piernas. En otra, lo que parece ser una ola negra gigante se interpone entre las caras de dos mujeres jóvenes de rasgos afilados. 
El artista que pintó esos cuadros dejó de repente de pintar y de cantar, y empezó a articular, con dificultad, apenas unos cuantos monosílabos. Un apretón de mano, una sonrisa o un movimiento de ojos era todo lo que podía hacer para comunicarse con sus seres queridos. En ocasiones se le salía una lágrima.
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// Foto de archivo de Daniel Ramírez y Oliva Zapata. //
Un par de veces sus “muchachos”, como se refería a los integrantes de la banda, se ubicaron alrededor de su cama y le cantaron sus canciones. Entre Oliva y su hermana Clara lo bañaron, lo vestieron, le dieron la comida y le cepillaron los dientes. Amparo, La Mona, le dio el tinto con cucharita algunas mañanas. Daniel fue el responsable de concertar las citas médicas y de solicitar las medicinas en la EPS, y cada día pasaba cuatro o cinco horas junto a él, acompañándolo, velándole el entresueño.    
—Me he pegado unas lloradas tremendas. Pero son las cosas del destino. Es la vida y hay que aceptarla. Yo creo que mi hijo se realizó y disfrutó su existencia lleno de optimismo, siempre con una sonrisa, riéndose a toda hora. Nunca lo vi triste, nunca lo vi preocupado. Era un gozón de la vida. Jamás lo vi bravo ni renegando.

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XV. Muere libre

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// Foto de archivo de Daniel Ramírez y Oliva Zapata. //
La pancarta que en octubre de 2016 pusieron los músicos de Tres de Corazón frente a la ventana de Elkin ahora cuelga en la pared central del Teatro Lido, en el centro de Medellín. En el escenario están los restos de Elkin Ramírez, el alma de Kraken, el séptimo titán de una mitología oscura, el líder de la única banda de rock colombiana que cumplió treinta años en activo. Hasta este lugar se acercan cientos de personas el penúltimo día de enero de 2017 a darle el último adiós a un héroe que hizo soñar a legiones de jóvenes rebeldes con la posibilidad de la libertad y con la quimera de conformar una banda de rock. 
El ser humano valiente cuyo brío en el escenario contrastaba con la dulzura que quienes lo trataron atestiguan, deja a su paso por la Tierra una estela radiante de inspiración y sano inconformismo.     
Aún quienes no lloraron su partida ni gustaron nunca de su heavy metal glam reconocen su valía. Músicos de diferentes géneros y amantes de la música han manifestado en las redes sociales sus condolencias a la familia y sus respetos a la memoria del Titán. 
—Elkin Ramírez resultó con más admiradores de los que algunos pensábamos que tenía. Pero es comprensible, porque la luchó por treinta años y logró resultados que ninguna banda en Colombia ha obtenido —dice José Gandour, editor de la página Zona Girante, que asegura que, gústenos o no su música, la muerte de un personaje de la envergadura de Elkin tendría en países como Argentina, por ejemplo, un despliegue mucho mayor del que tuvo aquí, donde los noticieros le dedicaron apenas un minuto a la noticia de su fallecimiento.
Unos meses antes de su muerte algunos amigos lo escucharon soñar en voz alta con la idea de abrir un museo para exponer sus pinturas y el material visual de Kraken. También había hablado de fundar una casa cultural con programación de conciertos. 
Pero en septiembre de 2016, cuando lo irreversible de su condición se hacía evidente, Elkin le dijo a Jorge Córdoba:
—Hice de todo en la vida. Lo único que me faltó fue lanzarme por paracaídas.


La otra lucha del Titán
Rafael González Toro

Foto de Juan Fernando Ospina, 1989.
Foto de Juan Fernando Ospina, 1989.
El momento se repite pasado el mediodía. Sentado en una de las cuatro sillas amarillas de la mesa circular de la cocina de doña Oliva Zapata, Elkin mira a su mamá y después de un gesto cómplice, que solo ellos dos entienden, empiezan a cantar.
Cantan en voz baja. Tranquilos, sin afanes, mientras la sopa de papa, yuca y plátano suelta los primeros vapores que se dispersan con los rayos de sol que entran por una puerta que comunica al patio contiguo. Doña Oliva no descuida los alimentos. Tampoco deja de cantar. Elkin y su madre repiten una estrofa y el coro. Entonan suavemente Vestido de cristal.
Así pasan los días de Elkin Ramírez, alma, nervio y voz de Kraken, la banda más importante del rock nacional. Acompañado del cariño y los cuidados maternos, sus fuerzas se centran, desde julio de 2015, en su proceso de recuperación tras ser intervenido quirúrgicamente por la aparición de un gliosarcoma, un tumor alojado en el lóbulo temporal del cerebro.
El 17 de julio del año pasado, minutos antes de entrar al quirófano en el Instituto Neurológico de Colombia, con serenidad y una sonrisa en la cara, no se cansó de repetir: “Tranquilos, de esta salimos bien”.
Tras la cirugía y el posoperatorio, Elkin retomó un proyecto que había quedado postergado con la aparición de la enfermedad: la grabación de un nuevo álbum de Kraken. De esta producción, la novena en estudio del grupo creado en 1984, ya había maquetas y Rubén Gélvez, tecladista de la banda, tenía un buen porcentaje adelantado de las composiciones y los arreglos.
En el primer trimestre de este año la banda se metió de lleno en el estudio Pocket Audio, de Bogotá, ciudad donde residen los músicos. Con el material grabado, solo quedaba confiar en la recuperación de su líder y vocalista para que con el aval de los médicos pudiera grabar las voces.
Tras los tratamientos de quimio y radioterapia, sumados a terapias físicas y ejercicios, en abril de 2016, Elkin obtuvo la autorización para cantar. Matthias Krieger, ingeniero de grabación y mezcla, viajó desde Bogotá y en el Oriente antioqueño logró la captura de las voces del cantante. Días después, tras un viaje de tres días de Elkin a Bogotá, se grabaron los coros, en los que participó toda la banda.
Así vio la luz la producción titulada Kraken VI. Sobre esta tierra. En ella, de manera paradójica, el que Elkin hubiera estado alejado de los escenarios por casi ocho meses hasta esa grabación le favoreció porque logró tonalidades de su voz que hace algún tiempo no obtenía, debido al desgaste de la giras y presentaciones en vivo.
Fue un gran momento volver a ver al jefe cantando. Las capturas de su voz quedaron de gran calidad. Logró unos registros que hace unos diez años no tenía. Nos sorprendió mucho. Se logró un trabajo con un gran sonido y el resultado es un álbum de excelente factura. Todos quedamos muy contentos”, dice Germán Morales, mánager del grupo.
Con el trabajo en posproducción y presupuestado para salir en septiembre, Elkin siguió con el tratamiento. El amor de Oliva y Daniel, los padres, y de sus hermanos ha sido el impulso que ha necesitado el Titán del rock colombiano para proseguir su lucha. También las constantes visitas de los amigos más cercanos a la casa de su madre en el barrio Belén son un motor para que este mal rato quede superado.
Sin embargo, en agosto pasado una evaluación médica hizo necesaria una nueva intervención. El 8 de ese mes Elkin fue operado de nuevo. Y la lucha por su recuperación definitiva comenzó de nuevo. “Los hermanos, el papá y la mamá le damos mucho cariño. Los médicos se han portado de gran manera. Es admirable la atención que han tenido con él. Es difícil, pero confiamos en que todo va a salir muy bien”, comenta Daniel Ramírez, padre del cantante.
En los primeros días de octubre, Elkin pudo tener en sus manos el esperado Kraken VI. Sobre esta tierra. Se puso muy contento al escuchar los nueve cortes de la producción. Los músicos del grupo, formación con la que ya completó más de una década de amistad y trabajo, viajaron desde Bogotá para vivir juntos ese histórico momento junto a su líder.
Después de todos los contratiempos generados por la enfermedad, la producción logró ver la luz con un Elkin esplendoroso en la interpretación vocal y un sonido potente y muy cuidado en general. Una vez más logró sacar adelante ese proyecto, como hace tres décadas cuando junto a la primera formación de Kraken cambió para siempre la historia del rock colombiano. Como cuando después de la partida de muchos de los integrantes mantuvo vivo el fuego del Titán que emergió de las profundidades para seguir adelante.
Hoy, con 54 años recién cumplidos, la lucha continúa. Elkin dedica los días a su recuperación. Las jornadas pasan entre citas, terapias y sesiones de ejercicios en casa. Por momentos escucha música o recibe visitas de amigos cercanos a quienes les repite constantemente: “Tranquilos, de esta salimos bien”. El amor de doña Oliva no lo desampara.
Es por eso que al mediodía llega uno de los momentos preferidos para él. Es ahí cuando comparte esos minutos en los que madre e hijo juntan sus voces para cantar las canciones que lo hicieron grande. Los mismos temas que lograron que Elkin Ramírez, que es lo mismo que decir Kraken, se convirtiera en el estandarte del rock nacional.
Foto de Julián Gaviria, cortesía libro Kraken 30 años
Foto de Julián Gaviria, cortesía libro Kraken 30 años.
*Texto tomado de Medellín, movida cultural.
Proyecto de la Secretaría de Cultura Ciudadana
en coedición con Universo Centro.
Edición 3, noviembre de 2016.


Elkín Ramírez nunca fue un “Titán”




Como mi memoria falla por todas partes, vuelvo a este vídeo. Era el 7 de junio del 2007 y en el Teatro Jorge Eliecer Gaitán Kraken cerraba una noche de metal ochento-noventero en español en la que también habían tocado Arkangel y Paul Gillman. No había celulares que filmaran en ese entonces así que en lugar de lucecitas de pantallas se ven manos alzadas y algún encendedor. En mi recuerdo Elkin Ramírez había tenido problemas con el micrófono durante el concierto, que ya se iba acabando, pero él sabía que un micrófono era algo de lo que podía prescindir. Contaba con la potencia de su voz, claro, pero sobre todo podía contar con su público. Cantar con su público. En el vídeo, que miro una y otra vez ahora que Elkín acaba de morirse, la gente canta duro él cuando se calla. Y cuando él canta, la gente canta más duro.
Sus conciertos siempre fueron así, una fiesta entre parceros y Elkin un tipo que sabiendo que podía convertirse en una estrella, así fuera a nivel “south-american rockers”, nunca quiso mirar desde arriba a los que admiraban su música.
Por eso, aunque yo mismo lo hice, nunca entendí a los que le decían “Titán”. Titánica la música, claro esas letras bien coordinadas con los acordes de potencia y los golpes de batería que hacían que uno no pudiera hacer otra cosa que cabecear y  levantar los brazos, idealmente haciendo con los dedos el cuerno satánico. Titán, Kraken, la banda, a lo largo de treinta y dos años de reencarnaciones.
Elkín no. No fue “titán”, ni líder, ni dios del rock and roll. Elkín era uno más de los que iban a los toques de Kraken. Nunca dejó de ser ese “chico de mi barrio que tildaban de ordinario al no ser como los demás”.
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Elkín Ramirez en el Teatro  Jorge Eliecer Gaitán, 2007.
Es cierto que cada país tiene SU Kraken. En los ochenta Iron Maiden, y detrás de ellos, el resto de la “nueva ola del metal británico”, produjeron  en cada rincón del planeta  bandas de adolescentes que querían ser como ellos, apropiándose de las líneas de bajo de Harris y de la voz y movimientos de Dickinson, pero con letras en su propio idioma. Mientras Dickinson siempre ha sido un narrador en verso digno heredero de su mamá Emily, sus émulos locales hablaban de lo que se sentía vivir en un mundo que no entendía a los que querían ser como Maiden.
Kraken comenzó por allí, pero como Ángeles del Infierno, Arkangel de Venezuela, los argentinos de Renacer y los rumanos de Cargo, la banda fue buscándose una forma propia. Aunque los dos temas de su primer sencillo “Todo hombre es una historia” y “Muere Libre” nunca dejaron de ser los más efectivos en vivo, los álbumes de los noventa y en particular Piel de Cobre fueron un cuestionamiento, sino musical  ciertamente lírico, para construir una identidad basada en lo latino-americano abriendo así el camino para un rock duro que iba entendiendo que no tenía sentido buscarse en las referencias anglosajonas, nosotros tan “Hijos del Sol”, tan hijos del Sur.
Elkín Ramirez, junto a Dilson Díaz de La Pestilencia, fue el ejemplo de una generación de metaleros que por sus canciones entraron al inglés, a la poesía, al arte y sobre todo a la rebeldía. Se sabe que le ofrecieron venderse para dedicarse a un pop comercial que a lo mejor le hubiera llevado lejos, al precio de renunciar a sus convicciones. A ese negocio que aceptaron ciertas Shakiras y Juanestebaneses, Elkín dijo que no. Nunca hizo dinero pero nunca le faltó cariño.
De él podrán objetar que no era un músico virtuoso, en el sentido de que innovó poco a lo largo de los años, pero un músico bueno es más fácil de encontrar que un artista fiel a los suyos. Y es porque Elkín pertenecía a esa rara especie que el domingo estábamos tan tristes.
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Hace tres años, la última vez que estuve en Bogotá, Kraken se presentaba en la Media Torta. Sin saber pregunté quién tocaba que había semejante fila  y cambié todos los planes del día para verlos. Para revivir ese concierto del Gaitán, otro en el Parque de Las Hormigas y un acústico en el auditorio Luis A. Calvo. Pensé que el público en la Media Torta estaría formado de treintañeros tardíos que sumergidos por ese pudor ridículo de la edad adulta no iban a ser capaces de gritar que hay que tomar escudo y espada porque hoy te reta el vivir. Pero sobre todo había jóvenes, adolescentes, hasta un par de alumnos míos de cuando fui profesor de colegio. Otra vez era la gente la que cantaba, Elkín feliz, sabiendo que nadie lo idolatra, pero todos los quieren. Todos gritamos que se vive una vez para ser eternamente libre.
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PS. Si quieren leer algo diferente a las notas redactadas a las carreras el domingo  a partir de Wikipedia, busquense el excelente perfil de Elkín Ramírez que Eugenio Chaín escribió para Rolling Stone hace unos años.

ELKIN RAMÍREZ, CAPTURADO POR UN SUEÑO

Elkin Ramírez, capturado por un sueño



Elkin Ramírez conservaba el pelo largo, la chaqueta de cuero y las ganas de cuando empezó. Su historia se llama Kraken o el padre del rock nacional.
Nota de la periodista: este perfil lo escribí en 2013 como parte de mi proyecto de práctica para el Taller de Edición, Elkin aún estaba vivo y yo soñaba con hacer un libro digital que conmemorara los 25 años de esta empresa y la labor de otros que también nacieron en la década del 80. No pude hablar con Elkin personalmente, me contestó la entrevista por correo electrónico, aun así se notaba que lo había hecho con gusto, pues me respondió cada pregunta detalladamente. Dos años después de esa conversación virtual, el Titán, como se le conocía en la escena del rock, fue intervenido para extirparle un tumor cerebral. La cirugía no tuvo los resultados esperados, a pesar de eso y en medio de su recuperación, el músico decidió grabar su último trabajo. En 2016 empeoró, recibió tratamiento de radioterapia y tras una crisis con convulsiones fue internado en la clínica Las Américas de Medellín donde le dieron cuidados paliativos. Murió el 27 de enero de 2017 a las 9:30 a.m., tenía 54 años, su último disco, Kraken 6: Sobre esta tierra, ya está a la venta.
Este homenaje llega tarde, pero decidimos publicarlo porque queremos darle las gracias a Elkin por contarnos su historia y por hacer música que supera el tiempo.
En 1984 Medellín era una ciudad diferente. Los chicos “bien” andaban en Mazda 323, Diomedes Díaz se inmortalizaba cantando Mi Muchacho, la película Flash Dance hacía que las señoritas vistieran de calzas y calentadoras rosadas y las canciones de Soda Estéreo eran la más estruendosa representación del rock en español.
Elkin Ramírez era un adolescente, trabajaba en el día, estudiaba en las noches y los fines de semana se reunía con un par de amigos para montar temas de sus bandas favoritas. “Ensayábamos en casa de mis padres, iniciábamos en la mañana y durante diez horas continuas nos dedicábamos a ensamblar, investigar y fortalecer nuestro repertorio”, cuenta. Esas canciones las grababan en cassete para regalarle copias a sus amigos más cercanos.
Haz clic sobre la imagen para agrandar.
Un rockstar a la colombiana
De niño Ramírez jugaba canicas y pateaba balones en su cuadra, cerca al parque principal de Belén. En casa, su padre, amante de la música y la literatura, le ponía tangos, música clásica y los últimos lanzamientos de bandas de rock norteamericanas como The Rolling Stones. Un día reunido con sus amigos alrededor de una grabadora, escuchó el primer trabajo de Led Zeppelin y pensó: “Esto es lo mío, es una revolución” y con la convicción de los 16 años decidió formar una banda.
Empezaron los ensayos en casa, más tarde vinieron las sesiones en estudios de grabación y en 1986 Elkin y sus amigos, quienes para entonces eran conocidos como Kraken, lanzaron al mercado dos sencillos: Todo hombre es una historia y Muere libre, que un año más tarde estarían en el primer trabajo de la agrupación, que lleva su mismo nombre: Kraken o “El Séptimo Titán”, el calamar gigante de la mitología escandinava.
El primer LP del rock nacional veía la luz: guitarras eléctricas, batería y la voz de Elkin, influenciada por Robert Plant líder de la banda de Led Zeppelin, invitaban a “no ser como los demás”, impronta que lo caracteriza desde entonces. Por ejemplo a Ramírez nadie le enseñó a cantar, se prepararó solo después de que un profesor de técnica vocal lo considerara mayor para educarse, entonces él leyó, estudió, investigó e imitó a sus ídolos, “crear una voz de manera autodidacta solo se logra a través de la autoevaluación, la disciplina y del trabajo con lo que se tiene y no con lo que se especula”, explica.
“Era un chico de mi barrio
que tildaban de ordinario
al no ser como los demás”.
“Y con su pelo en hombros
se le escapó
un día a toda esa opresión”.
Todo hombre es una historia. Kraken 1986
El entusiasmo 
no termina
Uno de sus trabajos más importantes es Kraken Filarmónico de 2005, el resultado de sus presentaciones en el Teatro León de Greiff de la Universidad Nacional sede Bogotá con la Orquesta Filarmónica de esa ciudad, y en la apertura del festival Rock al Parque. Según Ramírez esa fue su manera de demostrar que el Rock Nacional también es parte integral del fortalecimiento cultural.
Otro disco representativo de la banda es Humana deshumanización del 2009, una apuesta por hacerle entender al público que “la civilización aún no se ha logrado, como nos han hecho creer, para que no hagamos nada al respecto y aceptemos que el hombre que habita el mundo debe ser mediocre, inmediatista e indolente”dice el líder.
Kraken habla como Elkin, sus letras son contestatarias, generan reflexión y cuestionan la realidad, y aunque es algo bastante serio para un grupo de rock, esta parece ser la razón por la que sus seguidores los buscan y se multiplican, como lo confirman sus fanáticos en toda América Latina y sus giras internacionales.
El de hoy
Del Kraken de garaje y LP quedaban sus canciones y su líder, los otros miembros del grupo no encontraron futuro en la música y se marcharon. Elkin no se desmotivó, buscó nuevos compañeros y se aventuró con otras grabaciones, pero las despedidas se repetieron una y otra vez, por lo que ha tenido que reinventarse, cada que va a integrar un nuevo artista a la banda, lo audiciona de manera independiente y luego lo prueba en grupo, “si funciona con los temas de la banda, se queda”, explica.
Después de 30 años Elkin sigue trabajando sin descanso. Compone, gestiona, dirige y negocia su banda, un rol del que no puede desprenderse ni un segundo, quizá por eso su vida sentimental no responda al cliché de una estrella de rock, está soltero y lo disfruta, a pesar de eso dice haber tenido maravillosas mujeres a su lado. De uno de esos amores quedó un hijo, también dedicado al arte, escritor y dramaturgo .
Económicamente Ramírez tampoco se parece en nada a las luminarias del género, le ha sido posible vivir de la música porque como él lo explica, es “ordenado y modesto”. El resto de los integrantes de la banda además de músicos, trabajan como docenetes.
Su secreto para llegar hasta donde se encuentra es una mezcla de constancia, terquedad, responsabilidad con el público e infinita paciencia. El reflejo de algo que no puede ser más que un amor profundo pues Kraken para Elkin ha sido esposa, familia y casa.
Su secreto para llegar hasta donde se encuentra es una mezcla de constancia, terquedad, responsabilidad con el público e infinita paciencia. El reflejo de algo que no puede ser más que un amor profundo pues Kraken para Elkin ha sido esposa, familia y casa.
Como en 1984 las canciones de Diomedes Díaz se escuchan en las tabernas, las letras de Kraken en cambio están reservadas para los oídos de todos los que buscan en la música más que expresión popular, el rock de Elkin es para pensadores. Él aún no se considera una leyenda, pero el tiempo se encargará de demostrarle lo contrario.



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