sábado, 21 de junio de 2014

SAN ANTONIO DE ABURRA Hugo Bustillo Naranjo


NOTAS DEL BELÉN ANTIGUO


Don Fernando de Toro y Zapata, Encomendero y quien ejerció, en la Provincia de Antioquia, como Alcalde Ordinario, Contador Real, Tesorero de la Real Hacienda, Alguacil Mayor, Teniente de Gobernador, Capitán de Infantería y Sargento Mayor de la Conquista de Tarama; se hace cargo de las encomiendas de Alonso de Rodas, cuando este hace dejación de ellas en manos del gobernador don Manuel Velásquez de Atienza.  Los títulos de confirmación sobre las mismas, le son reconocidos en la Ciudad Madre, en abril 3 de 1636.

Ni Musa sin jarra ni Enamorado sin guitarra

Don Fernando quien nació en Nuestra Señora de los Remedios en 1595, ocupa entonces la estancia, su hacienda de campo y ganadería, del Valle de Aburrá, perteneciente al mencionado legado, sobre la otra banda (occidental) del río de los Aburráes y que pasaría a llamarse el Sitio del Guayabal (Aburrá de los Yamesíes) por la cantidad de arbustos que con guayabas de todos los tamaños, colores, olores y sabores, existían en esta sabana y ancón; de las tribus antes descritas.

De su unión con la noble dama, descendiente de españoles, doña María García de Ordaz y Figueroa nace su única y legítima hija, Ana María, que  heredaría no una sino tres encomiendas (además las de Melchor Márquez y Bartolomé de la Rúa) cuando fallece el ilustre Oficial Toro y Zapata, a mediados de 1653.

Don Fernando de Toro también tuvo como hijo natural, y después reconocido, al clérigo don Jacinto de Toro.

Doña Ana María Toro-Zapata y Ordaz-Figueroa asume el control de las posesiones de la mano de su hijo-dalgo esposo, el español natural de Albacete, don Antonio Zapata Gómez de Múnera.  Ellos, en la ciudad de Antioquia, habían recibido la bendición nupcial en los primeros años de la década de 1640.  Don Antonio, probando su  linaje, nobleza y su carrera militar en la Armada Española, ocuparía los cargos de Capitán de Infantería, Capitán de Caballos Corazas, Alcalde Ordinario, Alguacil Mayor, Regidor y Maese de Campo General de la Gobernación de Antioquia.

El Patrón del Amor

El desarrollo del sector que se conoció también como Otrabanda (por tratarse del otro territorio que dividía el río Aburrá) se le adeuda a estos emprendedores esposos.  El ibérico, un enamorado de la  minería, pues como buen español seguiría a pié de letra el consejo del Almirante Cristóbal Colón, quien afirmaba que el oro era un metal tan precioso que  “hasta almas llevaba al cielo”; descubrió en compañía de su suegro, en los valles de San Nicolás, los Osos, Ovejas y en los distritos de Piedras Blancas, Tierradentro y Guarne, sendas minas que explotó hasta su muerte y que dejó de herencia a sus quince descendientes. 

En junio 13 de 1647, en honor a San Antonio de Padua, inauguran la primera capilla del hoy Belén, la cual es llamada, igual que al territorio de la encomienda, San Antonio de Aburrá.  

En este nuevo templo, a partir del siguiente año, bautizan su numerosa descendencia los esposos Zapata-Toro, empezando con su primogénita. Su tío-abuelo, el cura doctrinero y propietario de la iglesia de Ciudad de Antioquia, vicario y juez eclesiástico y de diezmos, Comisario y Calificador de la Suprema y General Inquisición, doctor Lorenzo Cortés de Ordaz y Figueroa la nombra como Marina Gertrudis. En sus dos hijas siguientes, la Matrona, dividiría su nombre y las hace llamar Ana y María. El décimo integrante de la familia recibe el bautizo como Antonio, perpetuando el nombre del padre.  Otros (as) fueron llamados como sus abuelos (as) paternos y maternos.

En la misma iglesia es llorado, rezado y cantado; don Antonio cuando fallece, en noviembre 29 de 1672.     

Quien de poder se alimenta hambriento despierta

Doña Ana María, al empezar su viudez, se transforma en el poder y el terror de aquella enorme extensión. Nacía en el límite con la quebrada doña María en Itagüi, abrazando todos los cerros, lomas y montañas, que se vislumbraban hacia el occidente. Rumbo al norte, hasta los terrenos cuarteados de la quebrada la Madera, besando los matorrales, terraplenes y helechales de Hatoviejo, para terminar mirando al oriente en la caricia compartida entre sus dos afluentes, a norte y sur, con el río de los  Aburrás.

Su tenebroso matriarcado lo ejerció a punta de látigo, torturas, sentencias de muerte y ejecuciones, dando con ellas principio a la pena capital, en su latifundio, que impartía su esclavo, el mulato Luis Romero, verdugo oficial, en Patuca  En 1905, en el antiguo centro de solemnidades de los Yamesíes, Eleuterio Ospina fue ejecutado en el cadalso.  Al final de esta década se pondría fin a la pena de muerte en Colombia.

Desde mediados del siglo XVII y hasta el principio del siglo XVIII, doña Ana María fue la máxima autoridad, dueña, ama y señora; de aquel latifundio en patronazgo al Santo Milagroso de Padua y cuya influencia se extendía al más alto nivel económico, político, religioso, educativo y judicial; respaldada por los cargos regentados por sus hijos, yernos y demás familiares como veremos.

Juan Zapata y Gómez de Múnera, alcalde, regidor y alguacil mayor del Santo Oficio. Alcalde Ordinario de la Villa de Medellín varios períodos.  

Don Fernando: Sacerdote jesuita del Colegio Mayor y Seminario de San Bartolomé. Rector en Cartagena y  Procurador. Profeso de cuarto voto.  

Don Antonio: Fue comisario de la Santa Cruzada en la ciudad de Ibagué, que pertenecía al arzobispado de Santafé. Comisario del Santo Oficio de la Inquisición en la Villa de Medellín.  

Don Pedro: Comisario de la Sagrada Cruzada de las villas de Medellín y Marinilla. Calificador del Santo Oficio de la Inquisición.  Examinador Sinodal del Obispado.  Visitador Eclesiástico de las ciudades de Arma, Anserma, Antioquia y sus provincias. Cura Interior de los Osos.  

Doña Gregoria: religiosa adscrita al Convento de las Carmelitas en Cartagena de Indias.

Pedro de la Serna Palacio, yerno: Capitán, egresado del Colegio Mayor y del Seminario de San Bartolomé, casado con doña Marina Gertrudis. Encomendero de los indios de Sopetrán.  

Juan de Londoño y Trasmiera, yerno: Teniente de Gobernador, después General, español nacido en la villa de Requena, casado con doña Bárbara.  Fue el padre de doña Javiera Londoño y Zapata, ilustre dama precursora de la abolición de la esclavitud en Colombia.  

Antonio de Atehortúa y Ossa, yerno: Alcalde Ordinario, Contador de la Real Hacienda, vascongado de noble estirpe, a él se le debe este apellido en la provincia de Antioquia.

Doña Ana María llegó a poseer la más grande cantidad de esclavos, indígenas, mulatos, mestizos y hasta blancos empobrecidos, bajo sus dominios, en virtud de su encomienda la más vasta y poderosa en la historia del Valle de Aburrá.  Esta unida a las dos anteriores, tenía a su cargo los indios llamados Peques, Béjicos, Guaracúes, Aburrás o Aburráes, Yamesíes, Nutabaes o Nutabes, Ciritabaes, Omagaes, Niquíes, Brutos de la Loma de la Fragua y agregados al pueblo de San Antonio de Buriticá y los de la Sabanalarga.

Amarrados de la Libertad

Los negros bozales, o sea los nacidos y capturados en África, (Sudán, Congo y Angola) eran sus más preciados trofeos traídos desde Cartagena de Indias. Se consideraban piezas exclusivas de minería llevadas de un lado para otro según las necesidades. Ana María, era la principal abanderada en ese proceso de transculturación, donde se les obligaba a aprender la lengua castellana, a perder la maternal y a adoptar el cristianismo.  Por esto también sintió en carne propia las revueltas y fugas cimarronas que darían origen a sus palenques, o fortalezas militares, en el Valle de Aburrá.  

El primero o primera de esas fortificaciones se levantó en el inmemorial bosque y humedal del Ñeque, en la colina que cobija al Rincón de Belén o Belén Rincón (hoy, sobre su antiguo lomo, es una travesía que conduce al Cerro de Las Tres Cruces) donde fieramente opusieron resistencia a la aniquilación física y social los ex-esclavizados, además de retomar sus elementos culturales. Homólogo se localizó en la Floresta en la altura del sector del Coco. En Robledo despuntó alguno equivalente. Todavía los buses de este barrio exhiben el distintivo de Palenque-Robledal, ojalá, en su recuerdo. Cerca de la quebrada Santa Helena, en la vereda Media Luna, florecería otro semejante…

 Endemia y epidemias

Debido a las enfermedades que siempre rondaron entre sus subordinados, como la fiebre tifoidea, la disentería, la enteritis, la diarrea, el beriberi, el tétanos infantil o varillas, el paludismo y la incurable viruela (para esa época), doña Ana María sintió la obligación de hacer construir un panteón especial para enterrar a sus oprimidos, menguados por estas, y contrarrestar en parte las epidemias; sepultándolos en un sitio totalmente apartado de su capilla principal.

En el tiempo de la Colonia, los muertos eran enterrados en las iglesias o en recintos contiguos a ellas. Era una costumbre tomada del cristianismo medieval, donde se creía que la proximidad al sitio sagrado, garantizaba  al difunto la salvación de su alma. Las familias más adineradas pagaban a perpetuidad su cercanía al altar, donde tendrían el derecho de asiento, sepultura y rezos; y con toda seguridad su camino al cielo.

Sólo a finales del siglo XVIII, las reformas borbónicas trajeron al Nuevo Reino de Granada nuevas ideas que propugnaban por la salud pública. En los templos, la proximidad entre los vivos y los muertos era contagiosa y contaminante. Los olores fétidos que exhalaban los cadáveres a causa de su inhumación, eran fuente de numerosas enfermedades. El rey Carlos IV, en la Cédula Real de 1804, insistió en la erección de camposantos fuera de los poblados y adjuntó los planos para sus construcciones.

Ana María Toro y Zapata-Ordaz y Figueroa, se adelantó al futuro (gracias a sus cautivos) y levantó sobre el costado derecho, en el rectángulo que hoy forman la quebrada Altavista con la carrera Bolívar o 76, hasta la calle 26 y por ésta hasta la carrera 77 hasta empalmar nuevamente con el riachuelo, el cementerio que después se le conocería como de San Luis Gonzaga. Hablamos del primer  camposanto que tiene vida propia y separada de los comunes en las iglesias, en el Valle de Aburrá. Este tiene duración hasta el final del siglo XVIII.

La Patrona fallece en su hacienda (Belén la Palma) el 12 de noviembre de 1702.  Pasado algún tiempo sus descendientes emprenden las reformas que cambiarían la vida cotidiana que se respiraba en San Antonio de Aburrá…


Hugo Bustillo Naranjo.
Montreal, Canadá.
Marzo de 2005.










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