miércoles, 19 de diciembre de 2018

LAS HISTORIAS QUE CUENTAN LOS ÁRBOLES DE BELÉN


LAS HISTORIAS QUE CUENTAN LOS ÁRBOLES DE BELÉN

Por Jessica Serna Sierra
jessicas@gente.com.co

Por su belleza, antigüedad o importancia ambiental y cultural destacamos 7 árboles icónicos de Belén. El bala de cañón y la palma de de vino de Los Molinos encabezan la lista.
Los árboles son la conexión viva con nuestra historia. Así los ve Mauricio Jaramillo, ingeniero forestal que estudia hace unos 20 años las características de estos individuos y sus relaciones con la población. Claro que lleva más tiempo observándolos y dejándose asombrar por estos gigantes que han sido referentes de muchas de las historias de su familia.
Jaramillo nos acompañó en el reconocimiento de algunos árboles de Belén que son valiosos por su antigüedad, por su valor paisajístico, simbólico o cultural. Para él conocerlos a ellos nos permite descubrir el pasado, porque “de una u otra forma cargan la energía, el acervo cultural y la importancia que les dieron otras generaciones”. En esta edición presentamos 7 árboles icónicos de la comuna 16; si reconoce otro para agregar a la lista, lo invitamos a compartirlo con nosotros.



Urapán, Fraxinus uhdei

Fotos: Edwin Bustamante y Santiago Mesa

Fotos: Edwin Bustamante y Santiago Mesa

Por la calle 19 con avenida 80 se extiende una línea de urapanes que habrían sido sembrados en los años 60, junto a otros que fueron creciendo con los barrios de Belén. Esta especie fue introducida como árbol maderero, pero por su forma y hábito de crecimiento (ramifica mucho, desde los 2 metros de altura), se dieron cuenta de que era más útil como ornamental. Tiene sus detractores, pues las esporas pueden causar alergias. Pueden alcanzar hasta 28 metros de altura y entre 15 y 18 de copa. Algunos botánicos creen que viene de China y otros dicen que es de Guatemala. 

Bala de cañón, couroupita guianensis

Uno de sus atractivos está en las flores, que son de tamaño similar al de las antiguas balas de cañón y crecen en el tronco. Es un árbol introducido, proveniente de la Amazonía peruana, y fue sembrado en el parque cerca de 1940. Los ejemplares más antiguos de Medellín son este y otro que está frente al Jardín Botánico. 
Otras de las joyas del corazón de Belén son las ceibas brujas o tronadoras, que están en las esquinas orientales del parque, llamadas así porque tienen un fruto rojo que con el calor se llena de gases y explota. Además de otros frutales, referentes de la época en que se vendía mamoncillo y mango en el lugar.

Almendro, Terminalia catappa

Este almendro de la Plaza Verde es lugar de estancia y contemplación, incluso desde antes de que existiera el Parque Biblioteca. La especie tiene usualmente un solo tronco y sus ramas crecen perpendiculares a él, con una estructura piramidal. Tiene un rango de distribución alto en el mundo, que tiene que ver con su historia, pues es una especie pandémica. Su dispersión la hizo el mar, porque su fruto es una bellota que flotó en el mar y así llegó a las costas del mundo. Sus hojas se tornan rojizas cuando caen, lo que le da una tonalidad llamativa.

Gualanday, Jacaranda caucana

La especie viene de los bosques húmedos tropicales, fue introducida por unos descendientes de Gabriel Gabriel Echeverri, a los que se les encargó la selección y siembra de árboles ornamentales para el Parque Bolívar. Su floración (color violeta) es similar a la de los guayacanes, se da en épocas de verano intenso. Este ejemplar del Parque Biblioteca puede tender entre 60 o 70 años y, junto al almendro de la Plaza Verde, son los testigos vivos de la época en que ese espacio era el F2. En los bosques crecen como varas altas que se abren arriba, pero en entorno urbano se abren desde abajo.

Falso caucho, Ficus elastica

En la avenida Bolivariana con calle 31 hay 2 de estos árboles que son referente de la vía y pueden tener unos 60 años. Lo llaman el árbol que camina, porque sus raíces externas llegan a la tierra, se empiezan a engrosar y al encontrarse con otras funden sus tejidos. En sus hojas nuevas se ve una membrana rojiza que se abre y cae cuando están listas para abrirse; por tener el ápice grande y colorado, se reconoce como falso caucho, proveniente de la India. La copa de este ejemplar tiene un porte de 60 metros y las cavidades de sus raíces en la ciudad han servido de nido para roedores y otras especies de fauna.

Palma de vino, Attalea butyracea (en la mitad)

Esta palma, después de un ejemplar que está en La Playa, entre El Palo y Girardot, es la segunda más antigua que hay en Medellín. Puede tener aproximadamente 100 años y fue trasplantada para la construcción de Los Molinos, pues antes se encontraba a unos 8 metros de su sitio actual. Estas palmas vinieron del cañón del río Cauca, cerca de Marmato, y fueron introducidas a Medellín por don Gabriel Echeverri Escobar, que también trajo las ceibas a la ciudad. Por sí sola puede sostener poblaciones, porque sus semillas tienen azúcares utilizados para alimentación y su fermentación produce el vino del cual proviene el nombre de la especie. Además por su envergadura las hojas pueden ser usadas para entechar, y con el tallo, por ser alto y recto, solían hacerse conducciones de acueducto y alcantarillado. Este ejemplar mide 18 metros, pero puede crecer unos 4 o 5 más. Sus raíces son como ramilletes de cabello gruesos, densos en la parte central que van extendiendo y difuminando, por eso son resistentes a los vientos huracanados. Esta especie es de las más grandes del mundo y por la fauna y entomofauna asociadas a ella podría decirse que en sí es un ecosistema.

Samán, Samanea saman

Viene de los bosques húmedos y secos tropicales. Por su porte, tamaño y transparencia de copa es apetecido como árbol ornamental y urbano. Este ejemplar de la avenida Bolivariana con calle 32 tiene cerca de 60 años y es una muestra de los atributos paisajísticos y de biodiversidad de esta especie. Su copa puede bloquear hasta el 70 % de rayos solares y permite el ascenso normal del aire caliente. Sirve de percha para aves, que también aprovechan el néctar de su flor blanca y rosada. Puede alcanzar 18 metros de altura y 80 de copa. 

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