El rastro de Nuestra Señora de Belén
27 de Agosto de 2006 Periódico EL MUNDO
HUGO BUSTILLO NARANJO hachebustillo@hotmail.com
Tomado de: https://www.elmundo.com/portal/pagina.general.impresion.php?idx=29219
El rasgo de lo religioso y lo místico confluyen en este sector de la ciudad
El barrio Belén es de los más tradicionales de Medellín, el hilo de su historia nos guía hasta
cientos de años atrás, cuando la ciudad era apenas una pequeña provincia. Desde la provincia española de Burgos, a mediados del siglo XVIII, arriban a Santa Fé de Antioquia, después de
una larga travesía por el Mar de los Sargazos, doña Tomasa García de la Sierra y sus familiares. Entre sus
pertenencias reportan una, que es milagrosa, única e invaluable. Es un lienzo perteneciente a la Escuela Sevillana
del siglo XVI, donde aparece la pintura de la Santísima Virgen María, acompañada del Niño Jesús y San José, en
el Portal de Belén.
En la Ciudad Madre, buscan el permiso eclesiástico, por todos los medios, para construirle una capilla al celestial
cuadro llamado en su terruño Retablo de Nuestra Señora de Belén. Después de un largo tiempo y de agotar todos
los recursos religiosos existentes, su petición es denegada. Doña Tomasa y su familia, conocen por referencias
que algunas familias españolas viven en la parte más occidental del Valle de Aburrá; en el Cantón de Otrabanda.
Deciden entonces ubicar su nueva casa habitación en aquel lejano poblado que empezaba a germinar. Su
prioridad era localizar el lugar adecuado y seguro donde depositar el sagrado óleo.
Con el fallecimiento de doña Ana María Toro-Zapata y Ordaz-Figueroa, en noviembre 12 de 1702, a la edad de 90
años, la vida cotidiana en el Sitio de Otrabanda paulatinamente cambió en todos sus aspectos. Sus descendientes
impulsaron la llegada de nuevos colonos, vendieron terrenos y compartieron la creación de un nuevo y mejor
planeado asentamiento urbano…
Los García de la Sierra encuentran a la familia Pérez quienes, de su propio pecunio, habían levantado una
segunda capilla, en las márgenes de la quebrada la Picacha, pero ésta en honor a San Juan de Dios. (El templo
estaría situado muy cerca donde hoy se encuentra la iglesia del Santo Cura de Ars, en los Alpes). A partir de 1757,
y cuando se le nombra como viceparroquia, Nuestra Señora de Belén encuentra su nuevo refugio. Con el
fehaciente respaldo de los fieles católicos asentados en el lugar; se le rinde culto entre el fervor de sus nuevos
devotos que demandan con ruegos sus divinos favores.
Cuenta la tradición oral, que la quebrada en una de sus impetuosas crecientes, arrasó con la gran mayoría de
enseres, imágenes y objetos religiosos de la visitada capilla y esparció sus restos hasta el mismo punto donde se
encuentra la iglesia actual. Del cuadro bendito nada se volvió a saber. Pasado algún tiempo, una humilde señora, a
quien conocían como Merceditas y que se dedicaba al lavado de ropa, a orillas de la Picacha, encontró sobre la
parte más alta de su enmalezada ribera, enrollado, el sacro lienzo reintegrándolo a la capilla Por este suceso
también se le conoció como Nuestra Señora de las Aguas, pero esta advocación nace en el año de 1600 en
Sevilla, España y en Colombia con la construcción de la Ermita del mismo nombre a partir de 1657, en Bogotá.
A partir de entonces se suscitan las grandes romerías en torno a la imagen milagrosa de la Virgen de Belén.
Romero era el nombre que antiguamente se daba a los peregrinos que se dirigían a Roma.
Flujos humanos
Desde 1762 el caserío respiraba otra cotidianidad debido a su rápida mutación. Los flujos humanos buscaban
modificar sus nuevas formas de sociabilidad. Aparecen con éstos la gran ola migratoria externa al igual que desde
los otros costados colindantes del valle. El territorio colonizado requería de una nueva identidad que refrendara su
independencia religiosa, económica y jurídica.
En 1808 cuando ejercía don Miguel Velásquez como alcalde de Otrabanda, se inician los trámites para buscar la
erección parroquial. Después de innumerables comunicaciones entre las autoridades civiles y eclesiásticas que
involucraron hasta el Obispado de Popayán de donde dependía la Parroquia de la Candelaria, y de ésta, la
viceparroquia, el vicario superintendente, Lucio de Villa, en marzo 7 de 1814 erige la nueva parroquia. Erigió
provisionalmente la capilla de San Juan de Dios, con la condición que los feligreses edificaran una nueva iglesia
“con la decencia y capacidad necesaria” nombrando como Patrona Titular del nuevo curato a Nuestra Señora de
Belén. La ratificación eclesiástica la efectúo el Obispo Jiménez de Enciso, en diciembre 22 de 1818, donde en su
aparte final anotaba: “damos por elegido el nuevo curato de Otrabanda, desmembrado de la Parroquia de
Medellín”.
Por intercesión del Arzobispo de Medellín, Tulio Botero Salazar, Su Santidad Paulo VI, en documento pontificio
fechado el 19 de diciembre de 1963, le otorga los derechos de coronación a Nuestra Señora de Belén. Dicha
imagen es coronada, con diadema de oro, el 15 de agosto de 1964 y declarada Patrona de los Arquitectos y las
Facultades. Esta fecha se toma como la del cumpleaños de Aburrá de los Yamecíes, otro de los olvidados nombres
de Belén, que en su lengua maternal significa “La Casa del Pan”.
¡Salve Regina!
Con toda seguridad el tiempo mejor esperado por la feligresía eran las fiestas patronales.
Cada sector de Belén
tenía la responsabilidad y bajo su cargo la novena diaria. El último día el turno le tocaba al barrio Tenche donde
quedaba el matadero municipal. Este en unión de la Concordia y el Lucero preparaba la mejor parranda-religiosa,
en la historia, de la banda occidental del Valle de Aburrá. Todas las ofrendas, las viandas, el licor y la pólvora,
corrían por cuenta de los ganaderos, carniceros, comisionistas, matarifes, transportadores de ganado y de helecho,
arrieros y peones. Al principio las fiestas se celebraban en enero.
Cuando se coronó la imagen pasaron la festividad al mes de agosto, como aún se celebra, empezando el día siete.
Desde la víspera algunas reses, cerdos y gallinas, habían pasado a mejor vida. Estas viandas se entregaban a las
expertas cocineras del sector, que empezaban aliñando las carnes, que pasarían luego a pailas y ollas de gran
calibre, para rematar en el esperado convite callejero. Morcillas, chorizos, empanadas, chunchurrías, orejas
sudadas, hígados fritos, chicharrones y tamales. Los sancochos, mondogos, consomés con menudencias y los
fríjoles eran los invitados de honor. De las patas chamuscadas de las reses salían, como por arte de magia, los
manjares convertidos en jalea negra y blanca.
Por las manos de Amalia Pérez y de las hermanas Angel, Lucila y Josefina, pasaba toda la supervisión culinaria de
esta carnestolenda. La última a quien cariñosamente llamaban Cefa, la eligieron por siempre como la más hembra
de Tenche.
Media legua
Joaquín Villegas, quien era el dueño de las más famosa casita de placer, llamada Media Legua, ubicada pasando
el Puente de la Concordia y llamada así porque esa era la distancia exacta que existía de allí al centro de Medellín.
En ella daba vía libre a sus patojas, esos dos felices días para ellas. Joaco, cerraba su negocio, encargaba y
llevaba flores de todos los colores para adornar el altar y el nicho de su Patrona.
Sobre las cinco de la tarde salía la procesión, con el Santo Rosario de por medio, por la calle del tranvía, la calle
Céspedes, que al paso con la hoy carrera 65, se le unían los devotos de los barrios Fundadores y Antioquia, por el
costado izquierdo. Por el derecho el embrión del barrio Nutibara, unido a Manjurio y Quebraditas. (Estos, con la
llegada de la Patrona de Portugal, pasarían a llamarse barrio Fátima). De los voladores de luces y tres tacos, se
encargaba Nelson Parra, ayudado por sus yernos, que explotaban cuando venía el canto de gloria al Padre…
Cuando terminaba el rezo, la banda de música que dirigía Samuelito Perdomo, entonaba los aires musicales del
momento. En la plaza, después llamado parque, se encontraban los demás barrios, para recibir unidos en la iglesia
las bendiciones que entregaba el Arzobispo en la misa concelebrada y cantada que ofrecía. Sobre las ocho de la
noche, cuando terminaba el oficio religioso, una gran mayoría bajaba rauda las doce cuadras que los separaban
desde el templo, para compartir el final de su añorada y festiva solemnidad.
Cuando se traslada el matadero municipal al Coliseo de Ferias, Aurelio Mejía, la Salve de los Matarifes continúa en
la memoria del cerro de doña Marcela de la Parra, en el recuerdo cotidiano de Belén, en las fisuras de sus calles y
en la cúpula de su templo. Por ello Monseñor Javier Tobón Lopera, párroco de Belén, confirma su obra apostólica,
como cabeza visible de su grey, venerando a la Soberana de Belén.
En este blog se consignan crónicas que tienen que ver con la ciudad de Medellín. En la primera parte, publicamos la edición electrónica del libro "ALGUNAS COSAS NUESTRAS"(Crónicas de Belén), ya agotado luego de dos ediciones patrocinadas por el Municipio de Medellín, de gran aceptación entre el público. Invitamos a los interesados a escribir y a publicar en este blog.
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